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VERANO 98

El cetrero y su guadaña

RETRATOSRafael y Mambrú escrutan cada mañana las dos cabeceras de pista del Aeropuerto de Granada. Mambrú es una espectacular hembra de sacre blanco. Rafael, Fali, uno de los cinco maestros halconeros de la terminal. El objetivo de ambos: las bandadas de sisones, palomas y garcillas que ponen en peligro la seguridad de los aviones. "Casi nadie sabe que existimos, pero sin nosotros los aeropuertos serían un caos", señala Fali. La cetrería, la caza con aves de presa, es un arte ancestral puesto hoy al servicio de las más modernas tecnologías. Las colonias de pájaros que gustan de asentarse en las grandes y verdes explanadas de los aeródromos suponen un serio peligro para las naves y sus pasajeros. "Pueden introducirse en las turbinas de los aviones en pleno vuelo y provocar una catástrofe". Durante décadas, se utilizaron alarmas y escopetas de petardos para tratar de ahuyentarlas con escasos resultados. Fue en 1968 cuando Félix Rodríguez de la Fuente probó la altanería como método válido de erradicación de aves en aeropuertos. "Desde entonces, los españoles hemos sido pioneros en su implantación, y hoy AENA tiene contratado este servicio en todos sus aeropuertos", explica Fali. Este granadino de 31 años se inició en la cetrería precisamente de la mano de los programas del maestro Félix. "Viendo el episodio Operación zorro, con unos doce años, me prometí que yo algún día también tendría unos pájaros como aquéllos", recuerda. "Comencé, con un pequeño cernícalo, seguí con un azor, luego tuve un halcón y hace poco he hecho realidad mi sueño de crianza en cautividad". Don Quijote, Pirata, Sadún... son algunos de los nombres de las 14 aves de presa que vuelan en el aeropuerto granadino, la mayoría nacidas en el criadero de Fali. Son de diferentes razas, cada una con carácter y habilidades diferentes: "Mambrú es un sacre con malas pulgas, pero una excelente voladora. También tenemos halcones peregrinos, Harry Hawks, e híbridos como los gerifaltes". Diariamente, vuela, junto con sus compañeros, ocho de estas aves en el Aeropuerto de Granada. "El halcón es un superpredador. Está en la cúspide de la pirámide ornitófaga", señala Fali. Los halcones pueden elevarse hasta 2.000 metros y alcanzar los 400 kilómetros por hora en un picado de caza. Sin embargo, en las pistas los vuelos son menos espectaculares. "No se trata de que maten a otras aves, sino de que las espanten con su simple presencia", matiza. Fali ha conseguido convertir su afición en su trabajo. "La cetrería no es una profesión que se pueda aprender como una rutina. Hay que sentirla y disfrutarla para poder desempeñarla". Los halcones no son animales domesticables. No les gusta ser acariciados y sólo obedecen al hombre tras meses de entrenamiento y acuciados por el hambre. "Mucha gente piensa que son como perritos amaestrados y preguntan cómo conseguir uno. No saben que necesitan tantos cuidados como un bebé". Para comprarlos es necesario superar exámenes de cetrero y la autorización de la Agencia de Medio Ambiente. Antes de levantar el vuelo, Mambrú mira arrogante a su alrededor. Sabe que su silueta, con forma de afilada guadaña, es la más temida en el cielo. Ninguna ave osará cruzar su territorio mientras ella planee sobre el aeropuerto.

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