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Celedón pone en danza a Vitoria

40.000 personas aclamaron al legendario muñeco en su descenso desde la Torre de San Miguel

Celedón lo consiguió de nuevo. Su magia conquistó otra vez a los 40.000 fieles que se congregaron en la Plaza de la Virgen Blanca para darle la bienvenida. Este personaje procente del mundo rural alavés bajó del cielo a las seis de la tarde, le puso el pañuelo de fiestas al alcalde de la ciudad, José Ángel Cuerda, a las seis y cuarto y abrió oficialmente las fiestas de Vitoria, que se prolongarán hasta la madrugada del próximo lunes. Desde 1957, Celedón se deja caer desde la Torre de San Miguel hasta la citada plaza con un paraguas abierto. Ésta es la mayor seña de identidad de las fiestas de la Virgen Blanca, que abren el periplo de festejos de las capitales vascas. El calor y la alegría presidieron la bajada del legendario muñeco. A diferencia del año pasado, cuando el clima festivo estaba marcado por el secuestro y asesinato del edil popular Miguel Ángel Blanco, en esta ocasión no se registro ningún incidente. Sin embargo, la plaza apareció en los instantes previos al descenso de Celedón con numerosas pancartas en contra del cierre del diario Egin decretado por el juez Baltasar Garzón. Más de 17.000 puros y cerca de 30.000 botellas de cava recibieron al muñeco, que al llegar a un mirador de la plaza se encarnó en una persona de carne y hueso, Iñaki Landa. Una vez alcanzado el mirador, Landa recorrió la distancia hasta la balconada de la Iglesia de San Miguel, donde le esperaba el alcalde, quien ayer volvió a insistir en que éstas son sus últimas fiestas como primer edil. Trece minutos tardó el Celedón en atravesar la marea que le vitoreaba. Al llegar a la altura de Cuerda, Landa le impuso el pañuelo festivo y arengó a las masas. "Ya estamos en marcha. ¿Para qué queremos más que nuestras fiestas?", dijo. Muy cerca, sin poder contener la emoción, la primera persona que encarnó a Celedón lloraba. José Luis Isasi, quien fue el encargado de introducir al personaje de Celedón entre los vitorianos en 1957 y que lo personificó durante 22 años seguidos, tenía la piel de gallina. "Siento una emoción incontenible", acertó a decir. "En 1957", recordó, "tiramos por primera vez el muñeco. Pero el cable se rompió y el muñeco fue a parar a un tejado. Entonces yo, que estaba al otro extremo del cabo, esperando que llegara, empecé a saltar de manera espontánea y contagié a la gente que estaba abajo esperando una sorpresa". El Ayuntamiento decidió oficializar el acto de la bajada del Celedón al año siguiente. Landa e Isasi, el presente y el pasado de Celedón, se fundieron en un abrazo ante la mirada de los políticos locales, que un año más abarrotaron la balconada destinada a los Vips. Además de los concejales y de los diputados, también se dejaron ver dos candidatos a lehendakari: Juan José Ibarretxe (PNV) y Carlos Iturgaiz (PP). Ambos hablaron de la fiesta y de la importancia de disfrutar de todos los actos con serenidad. "Lo más importante", recomendó Iturgaiz, "es que todos se sumerjan en la fiesta y la vivan con normalidad hasta su final". Cuerda también se acordó de los vitorianos que por diversas circunstancias no pudieron acudir hasta la Plaza de la Virgen Blanca a saludar el comienzo de las fiestas. "Quiero recordar", señaló, "a los enfermos, los impedidos, los presos y los que por diversas circunstancias no van a poder vivir La Blanca". Veinte minutos después del txupinazo, el Casco Viejo de la ciudad quedó colapsado. Miles de vitorianos se acercaron hasta sus bares para celebrar el inicio de las fiestas. El estruendo y el ruido enloquecedor se adueñaron de la fiesta popular. Al igual que los últimos años, la rápida actuación de las brigadas de limpieza de Cespa evitaron que se prodigaran los cortes y las heridas al recoger en menos de una hora las casi 30.000 botellas de cava que se descorcharon en menos de quince minutos. El gentío no abandonó las calles hasta bien entrada la madrugada porque a las diez de la noche se celebró otro de los actos multitudinarios de las fiestas: la Procesión de los Faroles. El cortejo de 247 faroles de mano y veinte carrozas discurrió por las principales arterias de la ciudad.

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