Aire familiar y sin ajetreos

La playa de L" Arenal, en el casco urbano de Calpe, sorprende por la exquisita limpieza del agua y la arena. Es una bahía de unos dos kilómetros enmarcada por el Peñón de Ifach al norte y por el Morro de Toix al sur que cuenta con todos los servicios para facilitar la estancia a sus visitantes. El Arenal respira un ambiente familiar. Mayoría de alicantinos y madrileños, pero con una presencia destacada de turistas alemanes, franceses y británicos. La playa se ensancha de sur a norte, aunque curiosamente está más poblada cerca del Morro de Toix. Las construcciones del paseo marítimo son pocas. No pasan de las ocho alturas y se entremezclan con casas unifamiliares de dos plantas que sitúan sus porches y sus azoteas de cara al mar. Allí hay heladerías, pizzerías, cafés, restaurantes y hasta un puesto de frutos secos, casi todos con la información sobre el menú repetida en los distintos idiomas que hablan los comensales. Pero todo en calma, sin ajetreos, sin ninguna prisa y sin aglomeraciones. La plataforma de juegos acuáticos es el único lugar a la vista donde pueden apreciarse colas. Hileras vigiladas por el socorrista que hace su turno a 50 metros de la costa. Niños y no tan niños aguardan para lanzarse al mar desde la perspectiva que ofrece el promontorio. Los juegos terrestres no triunfan tanto. Apenas cuatro críos, cansados de las colas o temerosos del agua, disfrutan en la pirámide de cuerdas sobre la arena. Las camas elásticas, cerradas: demasiado calor para saltar descalzo sobre plástico negro. En El Arenal hay muchas parejas jóvenes con hijos pequeños. Juegan con ellos y vigilan sus juegos. Las palas tienen tanto éxito como la última versión del Tamagochi. Pueden verse veleros pequeños cerca de la costa y también alguna lancha rápida en dirección al puerto deportivo que hay a los pies del Peñón. En el espigón del norte, unos cuantos pescadores esperan bajo un sol de justicia para averiguar si tienen más paciencia que los peces. Las calas cercanas al espigón son muy pequeñas. Rocas vestidas de verde, resbaladizas y viscosas que forman embalses de apenas un metro de diámetro en las que el agua parece serenarse. Las mareas traen las algas a esta zona y huele a mar.