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La Blanca, un "bertso" para 1998

Corto, improvisado y en euskera. Así fue el pregón de La Blanca 1998 que el bertsolari Andoni Egaña (Zarautz, 1962) pronunció ayer para abrir las fiestas en honor de la patrona de Vitoria. No podía ser de otra manera, siendo Egaña el actual campeón de Euskadi de bertsolaris. Los festejos comenzarán de manera oficial mañana, martes, a las seis de la tarde. Egaña se siente muy unido a Vitoria después de trabajar 10 años en el departamento de Cultura de su Ayuntamiento. El trovador, que recurrió al castellano en algún momento, se hizo entender durante su intervención en euskera ante un público que en gran medida no habla la lengua vasca. Andoni Egaña animó a los vitorianos a disfrutar de las fiestas de forma serena. La elección del bertsolari para el pregón supone una apuesta del Ayuntamiento por potenciar la presencia del euskera en el programa de fiestas. El departamento municipal de Cultura ha ampliado los recintos en los que lo euskaldún es protagonista. En sus bertsos, Egaña quiso transmitir a los ciudadanos las bondades de la improvisación para "disfrutar a tope de las fiestas". "En las fiestas todos somos juglares, todos andamos con todos en libertad. Ésa es la clave: la libertad. Sin ella, nos convertimos en bufones. Pero hay que usar esa libertad sin molestar al prójimo", dijo. "Desde que dejé el Ayuntamiento de Vitoria", recordó, "voy haciendo lo que me surge en cada momento, lo que me interesa; improviso". Quien también se ha visto obligado a improvisar es el alcalde de Vitoria, José Ángel Cuerda. Coincidiendo con las vísperas de La Blanca, Cuerda va de sobresalto en sobresalto. El año pasado, expulsó al PSE del equipo de gobierno por la polémica sobre las txosnas. Ahora ha conseguido sofocar la rebelión de los blusas justo en el último momento. Este colectivo, integrado por 25 cuadrillas y unos 2.000 mozos, le amenazó con no participar en los actos festivos si el consistorio no le subía la subvención. Además, Cuerda ha incluido a las controvertidas txosnas en el programa oficial de las fiestas, con la consiguiente desazón del partido socialista, garantizándose así, al menos en apariencia, la paz. Una paz que le servirá para despedir los veinte años largos que ha pasado dirigiendo los destinos del Ayuntamiento vitoriano.

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