_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Basura

Félix de Azúa

El termómetro sube y sube. Treinta, treinta y dos, treinta y cinco grados. El estío pone al descubierto realidades secretas. En las proximidades de mi despacho, ciudadanos ignotos abandonan sus domicilios huyendo de la asfixia. Hay ancianos sentados en los bancos con la mirada perdida y la boca abierta para aspirar el menor airecillo. Se orean muebles humanos que jamás pisaron la calle durante 11 meses. Una octogenaria de cabellos azules pasea a un caballero enajenado que exige con suaves quejidos un chicle. Se multiplican las sillas de ruedas empujadas por dominicanos y ocupadas por trasgos. Y al atardecer, meneando la testuz, aparece el monstruo hidrocefálico.Pero no sólo escapan de sus casas expulsados por el sofoco los reclusos perpetuos, también penetran al asalto por la ventana abierta cientos de ruidos que durante el invierno detienen persianas y porticones. Nos perfora el cerebro el berbiquí de las motos, el aullido lelo de tascas y tascucios, el berreo de bares y chiringuitos, las televisiones oligofrénicas, la inmensa tabarra del músico ambulante perpetuo. El ruido es una basura que no infecta el cuerpo sino el alma, y por eso ninguna Administración lo combate. El ruido impide pensar, leer, hablar, contemplar, razonar, de modo que está muy bien valorado políticamente. El ruido es incluso "lúdico", meta suprema de la moralidad hispana. Muchos políticos aman el ruido porque también ellos son mero ruido. La basura sonora no huele, no se ve, no se la puede tocar, carece de sabor, su acción es imperceptible; penetra como un fantasma por el oído, destila en el cráneo sus ácidos y descompone y arrasa todo lo que ha podido crecer allí dentro. En recientes trepanaciones de afectado sonoro se observa una cámara totalmente vacía, iluminada por una fosforescencia verde.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_