Tres jóvenes mueren al estrellarse su coche en un paso subterráneo de peatones de Atocha
La muerte, blanca y descapotable, les sorprendió con el acelerador puesto. Tres jóvenes -dos hombres y una mujer- perdieron la vida y otro resultó herido grave en la madrugada de ayer al precipitarse el Peugeot 205 en el que viajaban en un paso de peatones. El accidente se desencadenó a las dos de la madrugada cuando el coche, por causas que desconoce la policía, se salió de la calzada, golpeó un puesto de la ONCE, arrancó 11 metros de valla metálica, desgajó un banco y finalmente se precipitó escaleras abajo y se empotró en el paso subterráneo de la glorieta de Carlos V.
Bajo tierra, la luz del coche seguía encendida. Iluminaba un túnel sucio. Manuel, de 25 años, trabajador del cercano restaurante La Estrella de Atocha, descendió los 18 peldaños del paso subterráneo y recortó con su cuerpo la luz de los faros. Vio un cadáver en el suelo. Yacía hecho un ovillo junto a la puerta derecha del coche. Manuel se asomó entonces al interior del vehículo. Descubrió otros tres cuerpos. Dos permanecían inmóviles en el asiento delantero; el tercero gemía: "¡Quiero moverme! ¡Quiero moverme!". Era la voz de Juan Manuel G.A., propietario del coche y el único superviviente de la tragedia."Estaba en la parte izquierda del asiento de atrás, apenas le quedaban dientes, pero estaba vivo. Yo impedí que se moviese. Sabía que era mejor esperar a las ambulancias", contaba Manuel. El servicio de urgencia municipal Samur llegó poco después y se llevó a Juan Manuel al hospital Gregorio Marañón. Fue ingresado en la Unidad de Vigilancia Intensiva. Su estado era crítico. Anoche permanecía hospitalizado.
Tras ayudar al herido, Manuel recorrió con su mirada los rostros de los fallecidos y los reconoció. Sobre todo a los dos que permanecían en el asiento delantero. Se trataba de un hombre, hundido -"casi enrollado"- bajo el volante, y de una mujer, medio subida al salpicadero y con la cabeza girada hacia la parte trasera del descapotable. "Los conocía. Pasaban casi todos los días junto al restaurante. Vivían, con otros mendigos y toxicómanos, en el paso subterráneo", afirmaba Manuel.
Esta extraña coincidencia era corroborada por Emilio, de 30 años, empleado de otro bar de la zona: "Sí, la chica y otro de los fallecidos dormían allí abajo. Yo los he visto muchas veces, sobre todo a la chica. Era muy flaca, rubita".
La Policía Municipal no había identificado anoche a los tres cadáveres. Tampoco sabía a ciencia cierta si todos los accidentados iban en el vehículo o bien si alguno pudo ser un indigente arrollado por el vehículo, tal y como aventuraban algunos vecinos. "Son jóvenes, tendrían a lo sumo 25 años, pero no sabemos quiénes son, ni si vivían allí ni cómo perdieron el control. Iban sin documentación y posiblemente a gran velocidad por el paseo de las Delicias. Ha sido un golpe tremendo", señaló un portavoz policial. Un familiar del único superviviente negó conocer a los fallecidos y señaló que Juan Manuel no vivía en el túnel.
En el lugar del accidente tampoco quedaron restos que permitiesen resolver la incógnita. Y los mendigos que duermen en el paso subterráneo se mostraron remisos a hablar.
David Silván, vecino de la zona, de 23 años, lo ilustraba: "Dos mendigos estaban en el túnel cuando ocurrió el accidente. Pero no se movieron. Uno siguió durmiendo y otro se marchó porque decía que no quería saber nada".
En la superficie, en el transitado paseo de las Delicias, se agolpaban por la mañana los curiosos y los vecinos. Ninguno había visto ni oído nada. Y en la calzada de la calle tampoco se apreciaban huellas de frenado. Las pocas personas que se encontraban cerca del túnel en el momento del accidente recordaban que no oyeron ningún derrape, ninguna frenada. Sólo el crujido sordo y profundo del brutal choque en cadena que llevó a los ocupantes del coche a morir bajo tierra.
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