Al final, vendaval
Oscar D"León y su orquesta. Jardines de Viveros. Valencia, 22 de julio de 1998.Hay quien dice que Oscar D"León es a la salsa lo que James Brown al funk o al soul. No es mala comparación para que quien no lo conozca se haga una idea de lo que el gran sonero venezolano significa hoy día en la salsa y de lo que puede hacer sobre un escenario, si le dejan. Pero, a diferencia de Brown, que creo los patrones de buena parte de la música pop posterior, una de las mayores virtudes de Oscar D"León es haber sabido integrar como propios los hallazgos de las orquestas cubanas de los años cincuenta, los sonidos neoyorquinos de los setenta y las aportaciones portorriqueñas de las tres últimas décadas. El resultado: una formidable máquina de baile, en medio de la cual emerge una voz poderosa que tiene poco que envidiar a la de los mejores soneros cubanos. Como reconocimiento de ese legado, en ninguno de sus conciertos suele faltar un meddley con Bonito y Sabroso, Qué bueno baila usted y Francisco Guayabal. El de Valencia, que inauguraba su nueva gira española, no fue una excepción, y el pupurri apareció cuando la explanada de Viveros aún no había acabado de caldearse, en parte porque el sonido imperante hasta entonces no había sido demasiado bueno. Y era una pena, porque D"León llegó con una orquesta para caerse de espaldas, con una sección de viento (13 instrumentistas) poco menos que insólita, capaz de desatar un vendaval. Pedir una sección rítmica equivalente, quizá era demasiado. Oscar D"León acabó haciendo bailar al más escéptico. Dos horas de salsa donde se mezclaron éxitos personales como Llorarás o Al que siembra su maíz, con sus muy personales versiones de Oye cómo va o El manisero, junto a alguna canción de su nuevo álbum, Mujer de Arena. En la recta final, con todo ensamblado a la perfección, llegó el vendaval y no es descabellado pensar que si hubiera durado una hora más habríamos visto y escuchado el mejor concierto de salsa en años.
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