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Identidad

Miquel Alberola

MIQUEL ALBEROLA La autopsia de un cadáver empieza a escribirse en el momento en que es concebido ese cuerpo. Uno no hace falta que se esfuerce demasiado: su cuadro clínico ya está definido por el impulso de dos cuerpos sudados que descargaron su electricidad sobre las sábanas y que se formaron de una larga cadena de cuerpos que se pierde en el universo. El patrimonio genético recibido programa al nuevo ser para que se caiga a trozos en el momento oportuno por el lado indicado. Él sólo puede acelerar su destino o retardarlo, aunque en un porcentaje ridículo. Su suerte está echada. Es una mera pantalla de las innumerables divisiones celulares producidas sobre el planeta con las malformaciones habituales. Se podrá poner un Hublot en la muñeca o galopar sobre su pecho el caballo de Burberrys, pero en lo sustancial no decide nada. La escalera de moléculas que le atraviesa le depara un peldaño roto para que su páncreas se descomponga o sus huesos se descalcifiquen. Todo lo que encuentra el forense y lo anota en su libreta estaba en la energía de esos amantes remotos. A menudo la impotencia que se deriva de esta pasividad biológica se combina con otras frustraciones adquiridas en el medio que precipitan la catástrofe. El dictamen psicológico de este paciente también se redactó en ese momento, mientras los amantes sometían sus cuerpos a fricciones muy inocentes. En el azúcar y el fósforo de este ácido se llevan definidos los altibajos, la timidez o el asesinato. Al transportista sólo le está permitido el matiz y algunos detalles sin importancia. Lo demás está decidido de antemano. A este escaso margen de maniobra algunos le llaman historia con la boca muy llena, y lo conciben como un medio en cuyo fin se sitúa el hombre liberado de todas sus servidumbres. Pero debajo del tratado de colores del monje austriaco Mendelson fluye un entramado de filamentos que mueve desde el origen a los seres vivos como marionetas muy manejables. Sin embargo algunos tipos se creen muy originales y dueños de sus decisiones. En realidad, uno es tan poca cosa que no tiene muchas más salidas que propagar lo que no decide.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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