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EL CONCIERTO DEL VERANO

El 'annus horribilis' de los Rolling Stones

Comienza la gira española del grupo inglés

Diego A. Manrique

Aunque ahora goce de la protección de poderosas aseguradoras, el rock sigue siendo un negocio de riesgos. Nadie podía imaginar que los Rolling Stones iban a salir con el ala tocada de una gira que tenía a priori todos los ingredientes para triunfar: espectacularidad visual, solidez sonora y un disco decente detrás como es Bridges to Babylon. Sin embargo, las costillas rotas de Keith Richards y la laringitis de Mick Jagger, con las consiguientes cancelaciones de fechas, han sido certeros torpedos contra su reputación de invulnerabilidad.

Los conciertos de los Stones son, aparte de una celebración de su inmenso repertorio, una confirmación de que hay diablos capaces de caminar por el filo de todos los peligros y sobrevivir, un espejo en el que se miran varias generaciones.Frente a los sarcasmos de los edadistas, conviene recordar que la Bridges to Babylon Tour no ha sido la más accidentada de las de reciente memoria: en 1995, tres de los cuatro miembros de REM pasaron por el quirófano de otros tantos países.

La laringitis de Jagger entra dentro de los gajes del oficio, y su renuncia a actuar muestra que es, en lo bueno y en lo malo, un consumado profesional. El accidente de Richards representa una minucia en la biografía de un caballero al que ya se auguraba una inminente muerte segura a mediados de los setenta.

Igualmente, las burlas respecto a que si Richards estaba hurgando en su biblioteca cuando se cayó revelan una idea tenaz y perversamente equivocada sobre los Stones: sí, leen libros, e incluso -caso de Charlie Watts o de Bill Wyman, su bajista hasta 1993- tienen varios volúmenes publicados.

No, el rock -al igual que el jazz o el blues- es una música que permite envejecer sobre un escenario. Con mayor o menor dignidad, cierto, pero los Stones no deben ser criticados por la misma razón -la fecha de nacimiento- que genera aplausos conmovidos para BB King o Compay Segundo.

De hecho, Jagger y compañía coinciden estos días por Europa con un espectáculo llamado Legends of rock and roll, protagonizado por sus padres musicales, pioneros tipo Chuck Berry, Little Richard y Jerry Lee Lewis. Y que nadie les discuta el derecho a pisar un escenario.

Avidez monetaria

Más dañina ha resultado la polémica respecto a su avidez monetaria. La decisión de suspender los conciertos británicos por un inoportuno cambio en las disposiciones fiscales referentes a los residentes fuera del Reino Unido no ha sido un acierto, a pesar de las moderadas declaraciones del cantante: "No estoy atacando al Gobierno laborista, tiene todo el derecho a cambiar las leyes de los impuestos. No quiero utilizar esto, ya que no soy un animal político de partidos, y el Gobierno no debe funcionar a mi conveniencia".Sensatas palabras que no han impedido que los Rolling Stones sean vituperados en las portadas y los editoriales de todos los periódicos británicos. La oficina del grupo lo empeoró todo al sugerir que se estaba intentando proteger a los trabajadores de la gira, cuando resulta que la mayor parte de ellos son estadounidenses (y todos suelen quejarse de la tacañería de los patronos). Además, se calcula que, en caso de que los compradores de entradas renunciaran a las devoluciones para asegurarse el acudir a los conciertos de 1999, el grupo ingresaría en concepto de intereses de las taquillas inmovilizadas unas 450.000 libras esterlinas.

Para desdicha de los Stones, el alboroto ha coincidido con la publicación por parte de la revista Q de una llamativa lista de los músicos más ricos del rock británico. Mick Jagger figura en el tercer puesto, con una fortuna estimada en 125 millones de libras, por encima de Keith Richards (6º, con 100 millones), Charlie Watts (12º, 60 millones) y Ron Wood (21º, 45 millones).

A la vez, se corría la voz del concierto secreto de esta gira, celebrado en una playa hawaiana y reservado a empleados y clientes de una empresa de bebidas espumosas, que pagó tres millones de dólares por el capricho.

Cierto que eso de los conciertos corporativos ya es una costumbre muy establecida entre las estrellas del rock, aunque se desarrollen de forma clandestina para evitar problemas de seguridad y el deterioro de la imagen rebelde.

Sin embargo, les ha tocado a los Rolling Stones el sambenito de peseteros, y poco pueden hacer por evitarlo. Igualmente, se les acusa de comportarse despiadadamente con grupos nuevos como The Verve, que tuvo que renunciar a los derechos de autor de su popularísima Bittersweet simphony al descubrirse que utilizaban una mínima porción de un tema de los Stones.

En esa historia, el grupo de Jagger y Richards es más víctima que verdugo: la propiedad de sus grabaciones y composiciones de los años sesenta está ahora en manos de un antiguo manager, Allen Klein, que les despojó sin contemplaciones. Klein es la razón de que Mick Jagger sea hoy tanto economista como cantante.

Sea como sea, los Rolling Stones siguen en la carretera y, pese a los presagios, parecen querer continuar con todo lo que implica movilizar a cientos de trabajadores y mantener en movimiento una caravana de camiones con toneladas de equipos por varios países.

Pese al lento despegue de la venta de entradas para este primer concierto de su gira española -en la que ya se cayeron dos ciudades (Bilbao y Gijón) y se mantienen las de Vigo (día 18) y Barcelona (día 20)- ayer a última hora se agotaban las últimas y se espera que al final, vuelvan a llenar los estadios.

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