Local-global
Se fueron las tribus del fin de semana (ya saben: "Sheriff, el indio Charly ha llegado a la ciudad y está armando una buena en la cantina") y a este lado del Oeste se vuelve a oír: "¡Por fin solos! ¡Con los de casa, como mejor!". ¿Tribus?, ¿qué tribus? Pues de todo un poco, como en el Far West: cheyennes, sioux, mezcaleros, arapahoes... Pero, no: la ciudad no era el fin de semana territorio comanche; más bien, por decirlo con una referencia de aire local, era territorio kronen. Historias del Kronen, una de las cuales padeció Aurora Beltrán. Al que ya apenas si se ve por aquí es al Nota, ese logrado personaje de El gran Lebowsky que, a decir de Juan Cueto, encarna como nadie el espíritu del 68 difunto. Las tribus tardohippies ya no vienen por donde antes solían, quizá porque en el 98, el Nota es el cualificado representante de una especie extinguida. Y tampoco vienen como venían los pies negros, lo que quiere decir que el punk residual lleva el mismo camino que el hippismo tardío. Pero, aparte de la evolución de especies y tiempos, está la evolución de la ciudad. La semana pasada se cumplieron los 75 años del envío de la crónica al Toronto Star por la que Hemingway difundía desde Pamplona cuáles eran "los mejores carnavales del mundo". Ni el Toronto Star (al menos en su versión electrónica) ni Pamplona han querido recordar la efeméride. Ni en Toronto se han acordado de Pamplona, ni en Pamplona de Hemingway. Tal vez el año que viene. En los últimos años, en Pamplona ha habido cierta hostilidad no disimulada hacia la figura (más que hacia el genio) de Hemingway, y el acuerdo mayoritario ha estado en que las mejores fiestas del mundo lo son cuando nos quedamos solos los de casa. Acudiré de nuevo a Cueto: cuanto más globales nos pretendemos, más locales queremos ser.
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