EL TANQUE.
Este enorme bidón de petróleo es hasta ahora, vacío, un espacio dedicado a la vanguardia artística en Santa Cruz de Tenerife. Los bidones de la refinería fueron parte de la iconografía de la ciudad, misteriosos gigantes en cuya altura alumbraban antorchas petrolíferas; para los niños de entonces un fuego mágico y misterioso. Ahora, ese vestigio de la memoria industrial de una ciudad es algo más que una sala de espectáculos y exposiciones: depósito también de la memoria. Pero Cepsa, su dueña, ha vendido el terreno en el que se alza, y tiene que entregarlo ya a los compradores. Una compañía de petróleos no tiene por qué anteponer a sus intereses mercantiles cualquier consideración de deuda con una ciudad. El hecho de que Santa Cruz haya soportado la contaminación de su aire con las inhalaciones petrolíferas, mientras a la compañía le vino bien refinar allí el crudo, no debe limitar nunca el negocio. La memoria creadora no puede pagar su propio territorio, es una indigente.
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