Satisfacción y silencio en el partido de Pujol
Muchas sonrisas. Y mucho silencio. En Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), el partido de Jordi Pujol, no había ayer otra consigna que el silencio sobre la dimisión de Miguel Ángel Rodríguez. De forma extraoficial se mostraba una satisfacción contenida y se aseguraba que ni Pujol ni el nacionalismo catalán habían reclamado jamás la caída del portavoz del Gobierno. "Si Pujol se hubiera plantado, habría sido para forzar una crisis o un replanteamiento profundo, no un cese que, al fin y al cabo, no altera las líneas políticas del Gobierno", comentó un dirigente de CDC.Los socios democristianos de CDC, Unió Democràtica de Catalunya, sí hablaron, para expresar su sorpresa por la dimisión y su confianza en que el presidente del Gobierno, José María Aznar, daría pronto "explicaciones a sus socios parlamentarios". El portavoz adjunto de CiU en el Congreso, Josep Sánchez Llibre, admitió que Rodríguez había sido demasiado frívolo ante las cuestiones catalanas y que había generado tensiones innecesarias entre el PP y sus aliados nacionalistas, pero resaltó también sus valores "humanos y políticos".
Ningún partido implantado en Cataluña, ni siquiera el PP, lamentó la desaparición de Rodríguez como portavoz gubernamental. El PP, lacónico, se congratuló de que un catalán como Josep Piqué asumiera el cargo. El alcalde de Barcelona, el socialista Joan Clos, lanzó el sarcasmo de que en adelante Rodríguez tendría "tiempo para jugar a las canicas", refiriéndose al desafortunado comentario del ex portavoz sobre una hipotética existencia oficial de selecciones deportivas catalanas. El PSC pidió "explicaciones", pero añadió que se trataba de "una buena noticia". Pilar Rahola, del Partit per la Independència (PI), se declaró "satisfecha y alegre" por la dimisión de "un provocador, anticatalán, representante del españolismo rancio". Las reacciones eran similares en todos los ámbitos.
Dado que la caída de Rodríguez no respondía a una presión directa sobre el presidente del Gobierno, la interpretación generalizada era que el propio Aznar había optado por limar los ángulos más ásperos de su gabinete para adoptar un estilo más moderado y conciliador. La propia elección de Piqué como nuevo portavoz -que para algunos era la demostración indirecta de que CiU no había planteado exigencias: habría sido demasiado pedir la cabeza de Rodríguez y reclamar a un catalán como relevo- parecía indicar que el golpe de timón venía desde arriba.
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