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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Soltar lastre

EL GOBIERNO ha llegado a un acuerdo con Londres para levantar algunas restricciones sobre el peñón de Gibraltar en el contexto de la OTAN. El convenio entraña el riesgo de dar carta de naturaleza a un aeropuerto que España se había negado hasta ahora a reconocer. El objetivo de la plena participación de España en la nueva estructura militar de la OTAN, reforzado por un amplio apoyo parlamentario, debe llevar a una mayor normalización de la situación del Peñón en la Alianza, pero no al punto de reconocer por la vía de hecho un aeropuerto situado en el Istmo, territorio que se usurpó a España en contra del Tratado de Utrecht. No se puede olvidar de repente que una de las razones por las que España no se integró antes fue, justamente, porque topó con el Peñón en la OTAN. Está por ver, en los próximos meses, si estas concesiones favorecen un entendimiento con los británicos sobre la recuperación a largo plazo de la soberanía del Peñón, o si, por el contrario, y a medida que Londres va introduciendo nuevas cuñas, se debilita la posición general de nuestro país sobre su histórica reivindicación. Es de esperar que ocurra lo primero, pero es de temer que predomine esto último.Éste ha sido un acuerdo que el Gobierno ha intentado escamotear a la ciudadanía, como si tuviera mala conciencia. No se entiende, de otro modo, que sólo haya informado a remolque de la noticia, y aun así, que ni siquiera haya indicado cuándo quedó sellado el acuerdo entre España y el Reino Unido. Lo que sí queda claro es que, el pasado 2 de diciembre, los británicos no levantaron repentinamente su veto a la creación de un cuartel de la OTAN en Madrid a cambio de nada, sino tras el compromiso español de resolver los problemas pendientes respecto a Gibraltar, al menos los que afectan a las operaciones en la Alianza Atlántica, e incluso alguno más, como los "aterrizajes de emergencia", que España siempre permitía, pero que no había oficializado hasta ahora. Londres -y los aliados- han logrado algo que buscaban desde hace tiempo: el uso del centro de mando y control y el de comunicaciones en el Peñón -lo que en la jerga otánica se llaman los "activos sustanciales" de la Alianza en el Peñón-, e indirectamente otras posibilidades para los vuelos militares en el contexto de la OTAN.

El ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, aseguró ayer que todo ello no afecta a los derechos de soberanía sobre el Peñón y que se mantienen las restricciones aéreas y navales ya habituales. Está por ver. El proceso negociador sobre la soberanía y otros aspectos está en manos de los titulares de Exteriores de ambos países, según han declarado los primeros ministros. Poco parece haber cambiado la postura británica sobre Gibraltar tras la llegada de los laboristas de Blair al poder, salvo que los gibraltareños son algo menos escuchados en sus insólitas reivindicaciones sobre el voto en elecciones europeas u otras ventajas en materia de Justicia e Interior. De momento, Londres no ha rechazado, pero tampoco aceptado, la propuesta que presentó Matutes a finales de 1997 para un periodo transitorio de soberanía conjunta sobre el Peñón que llevara a la devolución a España con una amplia autonomía para los gibraltareños, y que constituye una de las pocas iniciativas reales en la política exterior del Gobierno de Aznar. Habrá que ver qué efecto tendrá para España en la gran negociación pendiente este lastre soltado en el seno de la OTAN.

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