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Dos visiones artísticas del 98

A Ignacio de Zuloaga, adalid de la generación del 98, y Gustavo de Maeztu, hermano del escritor Ramiro de Maeztu les unió su dedicación a la pintura, la admiración mutua que partió de una relación entre maestro y aprendiz, y una visión autónoma de la mujer poco habitual en aquella época. Este vínculo profesional y afectivo que se profesaron hasta su muerte, hace ya más de medio siglo, ha perdurado a lo largo de los años en una entrañable relación que han abonado los dos museos que guardan celosamente sus obras; el Ignacio Zuloaga en Zumaia y el Gustavo de Maeztu en Estella. Ambos han visto una ocasión excepcional para brindar de la mano un homenaje recíproco a estos dos artistas señeros de la Generación del 98. El palacio de los Reyes de Navarra, que alberga la pinacoteca de Estella, inauguró ayer la muestra La mujer dos visiones. Zuloaga-Maeztu, que han organizado ambos museos. Del museo navarro cuelgan ya 11 cuadros del maestro eibarrés, cedidos por el museo de Zuloaga, y a partir del próximo viernes, día 9, obras de Maeztu encontrarán cobijo en el de Zumaia. Todos lienzos pertenecen a los fondos de estos museos, son piezas importantes de sus colecciones y su viaje se enmarca dentro de algo más "que un simple intercambio", según asegura Camino Paredes, directora del museo de Estella. "Es una especie de visita entre amigos". El centenario de la generación del 98 ha servido de pretexto a los responsables de estos museos para incidir en la particular visión de la mujer que plasmaron los dos artistas en sus lienzos. "La reivindicación de la femineidad es importante en la obra de ambos", dice Paredes. Zuloaga, "introductor de la modernidad", apuntó en sus pinturas a una mujer "concreta, con nombres y apellidos y ubicada en un lugar concreto". Este realidad puede apreciarse en Estella en Cayetana de Alba, Cándida, La Rubia o Micaela, "fieles al tratamiento naturalista y a la vez a ese expresionismo que impregnaba sus lienzos", indica la directora del Museo de Estella. Maeztu, en cambio, pintó a una mujer mucho más simbólica y de tintes modernistas. "Sus figuras carecen de nombre y apellido, lo que se convierte en un homenaje a la mujer". Así lo atestiguan Maja con abanico, o Coloquio Romántico. A pesar de las diferencias, ambos mantienen un trasfondo semejante, que parte de una reivindicación de la femineidad. "Tanto Maeztu como Zuloaga se acercan a la mujer con respeto y admiración, plasman a una mujer ya autónoma e independiente", precisa Paredes. Esta es la excusa no sólo para difundir la obra de estos dos maestros de la pintura, sino también para abordar esa relación que surgió desde la admiración que profesa un aprendiz a su maestro. Su destino fue parejo hasta en la muerte. Zuloaga murió en Madrid en 1945. Dos años más tarde su discípulo alavés, Gustavo de Maeztu, falleció en tierras navarras.

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