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Austria propone una larga transición a los aspirantes a la UE

Xavier Vidal-Folch

Austria lanzó ayer su primera presidencia de la Unión Europea (UE) bajo el signo de la ampliación al Este. Y lo hizo con un mensaje contradictorio: acelerar las negociaciones con los seis candidatos, pero apretar el freno en algunos capítulos, de forma que la integración sea muy lenta. La idea gustará en España, partidaria de demostrar a polacos, checos, húngaros, estonios, eslovenos y chipriotas solidaridad política, pero temerosa de su coste económico.

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Políticamente, como reafirmó el canciller austriaco Víktor Klima, el proceso de la ampliación "es una prioridad". Acelerará las negociaciones para "que la primera adhesión pueda registrarse dentro del período [presupuestario] 2000-2006", precisó el ministro de Exteriores, Wolfgang Schüssel.Para ello, Viena pretende que la Comisión concluya cuanto antes la radiografía de la compatibilidad entre las legislaciones de los aspirantes y la europea. Si se culmina, el semestre podría registrar las primeras sesiones de discusión concreta sobre algunos de los 26 capítulos de la negociación. Será difícil.

Este voluntarismo es ortodoxo. Pero hubo más. El ministro de Economía, Johann Farnleitner, se fue de la lengua. Recordó que, desde sus primeros pinitos, "Austria ha estado veinte años acercándose" a Europa, y ahora es uno de sus países más ricos. Así pues, "¿por qué no prever períodos de transición de entre diez y veinte años?" para el completo disfrute por los aspirantes de los derechos (ayudas plenas) y deberes que supone el acceso al club. Hasta ahora bastantes socios propugnaban largos períodos de transición, pero o no tan largos, o no los cuantificaban. El período básico para España fue de 7 años.

Klima se opuso a concretar. Pero reconoció que pretende tanto acelerar las discusiones como establecer "períodos de transición adecuados para que la libre circulación de trabajadores no genere un choque en el mercado de trabajo". Prisa y freno, pues, simultáneamente.

¿Por qué el freno? Porque Austria tiene 1.400 kilómetros de fronteras con el Este. El coste de un trabajador de allá es sólo la cuarta parte del austriaco. Quienes buscan empleo desde las regiones fronterizas presionan para encontrarlo, mucho mejor pagado, en Austria.

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"Los vecinos que pretenden entrar suponen el 5% de la población activa austriaca", recuerda el líder sindical Fritz Verzetnisch. Si entrasen de repente, doblarían el número de parados locales (el 4,5% de los tres millones largos de empleables).

Este temor social es además explotado por la oposición ultra del xenófobo y populista Jorg Haider al Gobierno socialista-democratacristiano. Haider ha fallado en sendas campañas contra la adhesión de Austria a la UE y al euro. Y el Gobierno combina el arrojo político y la prudencia social sobre el tercer gran envite, la ampliación, para que se estrelle por tercera vez.

El Gobierno austriaco necesita tiempo para que mejore la condición económica del Este y para propagar las ventajas de la ampliación, pues más de la mitad de la población es reticente.

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