Blair llama a "desterrar la barbarie" desde el destruido templo de St. James
Tony Blair arrojó ayer todo el peso de su Gobierno para afianzar el proceso de paz en el Ulster horas después de que la campaña incendiaria emprendida por extremistas protestantes probritánicos en iglesias católicas planteó la amenaza de represalias de grupos nacionalistas. El primer ministro británico voló a Belfast para celebrar una serie de reuniones con los flamantes líderes de la Asamblea autonómica de Irlanda del Norte, constituida el miércoles, en momentos en que se multiplican velozmente los temores de nuevas explosiones de violencia sectaria este fin de semana.
"No vengo a negociar", aclaró Blair a su llegada a las ruinas de la antigua iglesia católica de St. James, devastada por las llamas ayer por la madrugada. Claramente, Blair, que es protestante y que ha negado hace poco su supuesta conversión al catolicismo, quiso mantenerse distante de la volátil controversia entre los protestantes de la Orden de Orange, que prepara la marcha por el barrio católico de Portadown este domingo, y las autoridades norirlandesas, que, temerosas de que ésta degenere en enfrentamientos con la policía y fuerzas nacionalistas, la han prohibido.Pero Blair dejó muy en claro el repudio de Londres a los ataques atribuidos a pistoleros de la Fuerza de Voluntarios Lealistas (LVF) que incendiaron diez iglesias en tres condados la madrugada de ayer.
"Este acto de destrucción a mis espaldas es el pasado", dijo Blair refiriéndose a los ennegrecidos muros de la iglesia que ayer sostenían apenas algunos restos de un techo consumido por las llamas. "Estamos tratando de dar a la gente un futuro que permita desterrar actos de barbarie como éste. Lo que me consuela es que la vasta mayoría de la gente de Irlanda del Norte repudia estos actos de violencia tal como lo hace la gente normal", agregó. "Ésta es una tragedia pero la sobrellevaremos".
Con expresión grave y acompañado por Mo Mowlam, la ministra británica para Irlanda del Norte, Blair comprometió la contribución de su Gobierno para la reconstrucción de las iglesias incendiadas. Pero fundamentalmente quiso asegurar a los norirlandeses que Londres va a seguir dando su máximo apoyo a la empresa de paz y seguirá haciendo "todo lo posible para que se imponga la voz de la razón".
El viaje del primer ministro había sido planeado antes de que se produjeran los ataques. Blair quería acudir a Belfast para felicitar a David Trimble, el líder protestante del Partido Unionista del Ulster (UUP) y Seamus Mallon, del Partido Socialdemócrata y Laborista (SDLP), que el miércoles fueron elegidos primer ministro y vice primer ministro de la nueva Asamblea legislativa, respectivamente. A ellos llevó el mensaje de que Londres confía en la atmósfera de diálogo político que se ha creado en el Ulster desde la firma del Acuerdo de Stormont, que en abril sentó las bases para el histórico proceso de paz.
"Los extremistas no representan a la gente de Irlanda del Norte y no son ellos quienes van a decidir el futuro", había dicho categóricamente a la gente que le vio durante su visita a la iglesia de St. James. Y éste era idéntico al que dio a los líderes políticos que le escucharon en un edificio contiguo al Castillo de Stormont. Públicamente, Blair intentó eludir los requerimientos periodísticos para que pronuncie específicamente sobre el veredicto de la llamada Comisión de Desfiles que ha enfurecido a los protestantes, Trimble incluido. Observó, eso sí, que la prohibición había sido adoptada tomando en cuenta "las circunstancias". Anoche, los líderes del Ulster seguían tratando de hallar una solución a la crisis que se perfila inevitable el domingo a mediodía, cuando los orangistas proyectan desfilar por el Carvaghy Road, una corta avenida que atraviesa el barrio católico de Portadown.
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