Conserje
Benjamin Netanyahu está irritado con el presidente de Israel, Ezer Weizman, por haber propuesto adelantar las elecciones generales para sacar el plan de paz del foso al que ha sido arrojado por la política expansionista e intransigente del actual gabinete israelí. Sin embargo, Netanyahu no debe preocuparse, porque tiene a su lado, respaldándole, al más preclaro de los especialistas en política exterior, ese ojo de lince de la situación internacional conocido en el siglo bajo el modesto nombre de José María Aznar.Nunca se le ve tanto el plumero a nuestro presidente como cuando tiene la ocasión de exibir en público, ensambladas, su profunda incultura en cuestiones internacionales y su insultante insensibilidad social y cívica. Ahí es donde mi Jose da realmente la talla, y ahí, en su reciente visita a Israel, fue donde estuvo a la bajura de sus sentimientos. Hasta Abel Matutes (por no hablar del paciente y persistente Moratinos) se ha pronunciado acerca de las progresivas y necias puñaladas que los derechistas israelíes, con Natanyahu a la cabeza, asestan un día tras otro al plan de paz. Pero héte aquí que mi Jose ni abrió la boca cuando se encontró junto a aquél que, siendo más poderoso, sus entrañas de subordinado le revelan como seguro vencedor en el conflicto.
Tan servil como lo es con Clinton, Aznar se encasquetó la kipa y posó disciplinadamente en las diversas estaciones conmemorativas de la tragedia de los justos con que el establishment israelí pretende camuflar la magnitud de la injusticia que comete contra el pueblo palestino. Y luego, en Gaza, se permitió recomendar paciencia a las víctimas. Con ese desdén suyo, tan de conserje en finca urbana con pretensiones, previamente ensayado con los cubanos.
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