Ética del cristianismo frente a ética del mercado
¿Es el cristianismo una religión dogmática, estética o ética? Hay quienes ponen el acento en la dimensión dogmática; así el cardenal Ratzinger, responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como no podía ser menos conforme al puesto de defensor de la ortodoxia católica que ocupa. Otros insisten en la dimensión estética, como el teólogo suizo Urs von Balthasar. Yo creo, sin embargo, que los dogmas y la estética, si bien juegan un papel importante, no conforman el núcleo central del cristianismo. Éste es, fundamentalmente, una religión ético-profética, fundada en Jesús de Nazaret el Cristo, personalidad de gran talla moral, punto de referencia de los valores e interpelación ética. Jesús fue un creyente judío que vivió su fe desde la experiencia de la libertad, realizó prácticas de liberación y, por eso lo mataron. Las religiones han sido siempre objeto de crítica, y muy especialmente a partir de la modernidad. A Dios o a los dioses y las diosas también les han llovido críticas por doquier. La crítica toca de lleno la línea de flotación de las instituciones religiosas que dicen defender los derechos de la divinidad. Jesús de Nazaret, sin embargo, se salva de todas las críticas, o de casi todas. No creyentes y creyentes y, de entre éstos, líderes de las diferentes religiones, expresan su admiración por él y le consideran un ejemplo a seguir. La razón de la convergencia de personalidades ideológica y religiosamente tan dispares en torno a la persona de Jesús de Nazaret es el horizonte ético en que se enmarca su vida: su opción por las personas y los grupos empobrecidos y excluidos, su praxis liberadora, su defensa de las causas perdidas, su coherencia entre lo que pensaba, lo que predicaba y lo que hacía. Sirva como prueba el testimonio de Gandhi: "El espíritu del Sermón de la Montaña ejerce en mi casi la misma fascinación que la Bhagavad-Gita. Ese sermón es el origen de mi afecto por Jesús". La enseñanza social del evangelio fue para él fuente de inspiración permanente en su actividad política y en su programa económico.Pues bien, la ética solidario-liberadora de Jesús constituye una alternativa a la ética neoliberal insolidaria.
La ética neoliberal del mercado se basa en los siguientes principios: libertad individual como valor absoluto y sin referencia comunitaria, que desemboca en un inidividualismo beligerante; libre iniciativa como despliegue de la libertad individual, que desemboca en libre mercado y, a la postre, en mercado único y pensamiento único; feroz y agresiva competitividad, orientada a la superación y al éxito individuales, que desemboca en el "sálvase quien pueda"; culto al dinero que se convierte en ídolo, al que se ofrecen sacrificios de vidas humanas, las de los probres; insolidaridad, que crea una franja de marginación y exclusión social cada vez más amplia; exclusión de quienes -persona, grupos sociales, pueblos enteros- no se atienen a su lógica, expresada en el axioma "fuera del mercado no hay salvación". Los principios de la ética selectiva y excluyente neoliberal están muy bien expresados por Riccardo Petrella en los mandamientos de las nuevas tablas de la ley del neoliberalismo, que resume en estos seis: 1. Deberás adaptarte a la globalización de los capitales, mercados y empresas. 2. Deberás innovar constantemente para reducir gastos y mano de obra, aunque se genere desempleo. 3. Convertirás el mundo en un mercado único. 4. Darás todo el poder al mercado y el Estado se convertirá en mero notario o simple ejecutor. 5. Tenderás a eliminar la propiedad pública y los servicios públicos, y entregarás la gestión de la economía a las empresas privadas. 6. Deberás llegar a ser el más fuerte si quieres sobrevivir en medio de la brutal competitividad mundial.
La ética del cristianismo se sitúa en los antípodas de la neoliberal y presenta estas características. Es una ética de la projimidad y de la alteridad, generadora de un tejido social y comunitario, cuyo principio es el reconocimiento y la acogida del otro como otro, como diferente, con su identidad personal, con su dignidad. Está ejemplarizada en la "parábola del Buen Samaritano". Es una ética de la com-pasión, guiada por el principio-misericordia, que se muestra al sufrimiento de las víctimas y trabaja por la eliminación de las causas que lo provocan. Su mejor expresión es la afirmación " Misericordia quiero, y no sacrificios".
Es una ética de la liberación, que tiende a la eliminación de las diferentes marginaciones a que se ven sometidos los grupos y las personas más desfavorecidas: marginación social, económica, étnica, racial, ecológica, cultural, de género. El principio material universal y crítico que guía esta ética es "libera al pobre y al oprimido e instaura la justicia". Es, en fin, una ética de la solidaridad, superadora del estrecho nacionalismo ético, defensora de un universalismo moral, que intenta eliminar las fronteras impuestas por la tribu, la clase, la nación, etcétera, y se rige por los principios del compartir y la gratuidad. A la ética solidaria del cristianismo le es aplicable la certera consideración de Rorty: ser solidario es hacer cada vez más amplio el mundo del "nosotros". Vamos camino de una democracia sin moral. Vivimos en una Iglesia sin democracia y con moralina. En esta situación, no me parece razonable considerar la ética liberadora de Jesús de Nazaret como una antigualla que nada tiene que aportar en nuestra sociedad. Constituye, más bien, una aportación luminosa en el actual debate entre los plurales discursos y proyectos éticos animados por un interés emancipatorio. Más aún, es capaz de dinamizar las sociedades desarrolladas, que se caracterizan por la ausencia de referentes éticos, el vaciamiento de energías utópicas y el empobrecimiento de aspectos ideológicos. Dicha ética es, a su vez, el espejo en el que tiene que mirarse la Iglesia actual para corregir su conservadurismo doctrinal, su autoritarismo organizativo y su rigorismo moralista.
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