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ARQUEOLOGÍA

Patrimonio descubre un centenar de tumbas visigodas cerca de El Boalo

Vicente González Olaya

Los visigodos vivieron en el serrano pueblo de El Boalo hacia el siglo VII de nuestra era, levantaron un poblado, un ermita y desaparecieron. De su existencia sólo queda un centenar de tumbas a las afueras del casco urbano, que ahora la Dirección General de Patrimonio está sacando a la luz. El Ayuntamiento de esta localidad de 2.400 vecinos quiere levantar, en el mismo sitio donde los visigodos enterraban a sus muertos, una urbanización. Patrimonio no se opone a este crecimiento urbano, pero antes quiere llevarse los restos del pasado.

La Carta Arqueológica de Madrid -documento secreto elaborado por las autoridades arqueológicas donde se señalan todos los yacimientos históricos de la región- siempre ha reflejado la existencia de esta necrópolis altomedieval. Desde hace décadas se conocía su existencia, pero oficialmente nunca había sido excavada. Cuando el Ayuntamiento de El Boalo comunicó a la Comunidad de Madrid que sobre esta zona (de unos 3.600 metros cuadrados) su plan general de urbanismo diseñaba la construcción de viviendas, Patrimonio hizo valer sus derechos. El promotor de las obras debía pagar, tal y como obliga la Ley de Patrimonio regional, las excavaciones previas a cualquier movimiento de tierras. El promotor, según las fuentes de la Comunidad de Madrid consultadas, no puso ninguna objeción.El informe previo realizado por los arqueólogos Manuel Castro y Lauro Olmo destaca que en el cerro de El Rebollar se ha constatado la existencia de un centenar de tumbas, todas orientadas en dirección Oeste-Este. Algunas de ellas, las de las familias ricas, cuentan con una laja para recubrirlas. Las tumbas de la gente pobre son simples huecos en la tierra. "Además, dependiendo de la clase social, el fallecido era enterrado en una caja de madera o recubierto con un simple sudario. Por ello, no es díficil toparse, cuando se abre una tumba de algún miembro de una familia potentada, con los clavos de su caja de madera", se explica.

Casi sin huesos

Los arqueólogos, del centenar de tumbas cuya existencia está comprobada, han desenterrado una decena. Sólo en una de ella han descubierto restos humanos. "Debido a los bruscos cambios de temperatura que se viven en la sierra de Madrid y a su abundante pluviosidad, los huesos han desaprecido en la mayoría de los casos", se añadió.Por el momento, tampoco se ha encontrado ningún ajuar funerario en las tumbas. "Como es un yacimiento conocido desde antiguo, muchas tumbas han sido expoliadas durante décadas por los buscadores de antigüedades. Tenemos testimonios de gente del pueblo que asegura que, hace unos años, hubo saqueadores que se hicieron pasar por arqueólogos oficiales para abrir la necrópolis. Se puede hablar del expolio del 70% de las tumbas", se indicó. Los expertos tendrán en breve terminado el informe definitivo sobre la necrópolis. En este documento se determinará con exactitud qué parte de la parcela excavada pasará a manos del Ayuntamiento. Estos terrenos, los que los arqueólogos consideren más valiosos desde el punto de vista histórico, quedarán como reserva arqueológica para futuras excavaciones. "Todavía no está decidido, pero la zona reservada será muy posiblemente la que guarda los restos de la ermita y las tumbas en mejores condiciones. El resto de las tierras quedará liberado para la construcción".

Enterrados con los pies al Oeste

Los visigodos enterraban a sus muertos, según los expertos, siempre con la cabeza en dirección al Este: "Este tipo de enterramientos estaba relacionado con la salida y puesta del Sol. Encerraba un simbolismo".Los visigidos que vivieron en El Boalo eran gente pobre, dedicada fundamentalmente a la ganadería. Sus tumbas son palpablemente más pobres que las encontradas junto a los núcleos de población del este, Alcalá de Henares, por ejemplo. "Los pobladores de las grandes urbes estaban convencidos de la seguridad que les ofrecían las ciudades y, por ello, podían dedicarse a la agricultura, una actividad que proporcionaba más beneficios que la ganadería", aseguran los expertos. En cambio, cuando la estabilidad política se tambaleaba y se presentía la proximidad de la guerra, los visigidos se refugiaban en las zonas boscosas y de dehesas, donde era más fácil defenderse. En este tipo de áreas, la ganadería era la única manera de sobrevivir. En definitiva eran gente pobre, cuya esperanza de vida era muy baja. Hace unos años se hizo un descubrimiento espectacular en otra parte de la región. Uno de los cadáveres encontrados tenía tres tajos en el brazo derecho. Eso demostraba sencillamente que había parado tres sablazos con su antebrazo. No había tenido en su vida posibilidades de comprar un escudo".

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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