Las apariencias engañan
Orquesta de Valencia Obras de Turina, Brahms y Beethoven. Orquesta de Valencia. Director: M. A. Gómez Martínez. Palau de la Música, Sala Iturbi. Valencia, 26 junio 1998.El nombramiento, hace un año, de Gómez Martínez como director titular de la Orquesta de Valencia despertó expectativas de renovación en el funcionamiento de la formación sinfónica. El concierto del viernes, sin embargo, hace pensar que nada ha cambiado en la orquesta. O para ser más exactos, no ha cambiado para bien. Desmantelado su organigrama, luego de la escandalosa destitución del secretario técnico, la Orquesta de Valencia afronta el final de temporada desasistida del favor del público. Una sala prácticamente vacía acogió el concierto de anteayer, programado fuera de abono y encima gratuito. La "zanahoria", como llamó Conejero a los grandes eventos de la temporada anual de conciertos, no funciona en el caso de la orquesta que todos los ciudadanos costeamos con nuestros impuestos. El exitoso Macbeth del pasado mayo fue la última cita multitudinaria para esta agrupación de bien pagados funcionarios, a espaldas de la cual parece vivir el núcleo fuerte de los aficionados. Importa seguir de cerca el trabajo de Gómez Martínez con la Orquesta de Valencia, ya que durante este primer año su ejercicio como director fue casi exclusivamente telefónico. De ese modo han resurgido los viejos intrigantes que en un tiempo llevaron a la orquesta al borde del desastre. Los resultados artísticos del concierto de anteayer difícilmente podrían entusiasmar. La procesión del Rocío de Turina, las variaciones sobre un tema de Haydn de Brahms y la Quinta de Beethoven son piezas tan de repertorio que sólo una orquesta en gran forma y una batuta realmente inspirada logran extraer de ellas algo en verdad sustancial. Gómez Martínez aplicó su conocida máxima artística: objetividad. Traducida en hechos significó, al menos anteayer, indiferencia y aburrimiento. Pero, como ya habrá advertido el lector, en esta ciudad las apariencias engañan.
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