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La bolsa y el rublo bajan, pese a que el FMI desbloquea un crédito de 100.000 millones a Rusia

Tanto se ha hecho esperar la decisión del Fondo Monetario Internacional (FMI) de desbloquear un tramo de 100.000 millones de pesetas del crédito de 1,4 billones que, cuando finalmente llegó (el jueves por la noche), los mercados reaccionaron con frialdad y pesimismo. Ayer fue una jornada negra, cerrada con el anuncio por el Banco Central del aumento del 60% al 80% de la tasa de refinanciación, tipo de interés básico.La evolución de tipos en los últimos meses no es apta para quien padezca de vértigo. A comienzos de mayo estaban en el 30%, a mediados subieron al 50% y a finales se dispararon al 150%. El 6 de junio cayeron al 60% y ayer volvieron a remontar hasta el 80%. Un itinerario tan caótico como el de la economía rusa. Un síntoma clarísimo, también, de que sigue habiendo peligro de hecatombe.

La Bolsa de Moscú, que ha perdido más de la mitad de su valor teórico en lo que va de año, bajó ayer un 4%, en aparente respuesta a las declaraciones de Michel Camdessus, director ejecutivo del Fondo, en las que ligaba la concesión de un nuevo préstamo (de más de dos billones de pesetas) a la reforma urgente del sector financiero. También se depreciaron la deuda y el rublo, que se cotizó a 6,25 por dólar, frente a 6,19 del día anterior.

Los 100.000 millones del FMI que el martes estarán ya en Moscú son una gota de agua en el mar de problemas financieros por los que atraviesa Rusia. Su valor era sobre todo psicológico, para devolver la confianza a unos inversores en desbandada y que amenazan la estabilidad del rublo.

La Bolsa tampoco hizo caso a la decisión del Fondo de extender en un año, hasta marzo del 2000, el calendario de pagos del crédito a largo plazo de 1,4 billones, que en los dos últimos años ya ha sufrido varios retrasos. La ampliación del plazo no implica, sin embargo, un aumento del importe del préstamo.

El Gobierno ruso ha dejado ya de presumir de que puede hacer frente por sí solo a la crisis y admite que necesita una importante inyección financiera exterior para evitar la bancarrota. Ayer llegó a Moscú otra delegación del FMI para negociar el asunto. Será un diálogo largo, difícil y de resultado incierto.

El paquete de medidas anticrisis que el presidente, Borís Yeltsin, y su primer ministro, Serguéi Kiriyenko, presentaron el lunes a los líderes parlamentarios y regionales constituye, tal vez, el mayor esfuerzo para poner orden en la economía rusa emprendido en los últimos años. Sin embargo, su éxito no está garantizado. Ni siquiera lo está que el Parlamento, dominado por la oposición comunista y nacionalista, acepte sin rechistar un conjunto de leyes que no sólo prevé mecanismos para aumentar la recaudación fiscal, sino también otros para reducir el gasto público a costa de los beneficios sociales.

El FMI no está dispuesto a afrontar solo la carga. Su parte tendría la forma de crédito para situaciones de emergencia, a corto plazo y alto interés. Llegado el caso, también tendrían que echar mano a la cartera el Banco Mundial y bancos privados y Gobiernos de países occidentales, fundamentalmente del Grupo de los Siete.

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