En la ermita
Día 13 de junio, san Antonio. 10.30. Acompaño a mi mujer a la ermita de San Antonio de la Florida para gozar del frescor mañanero y recordar tiempos mozos. Nada más salir del metro, nos encontramos las primeras modistillas, pocos chulapos y algún Don Hilarión, añosos pero alegres. Tras más de una hora de cola para entrar, amenizada por los comentarios risueños de unas abuelas jóvenes vestidas de chulapas, llegamos a la puerta.Las 11.55. Entramos a la ermita. Inexplicablemente, las dos salidas del interior están cerradas. La ermita se abarrota y la gente trata de salir por la puerta principal mientras otros entran. El espacio frente a la ermita está acotado porque, según dicen, viene el alcalde. Logramos que abran un pasillo entre las verjas. Un coche se para ante la ermita y baja una elegante señora cuarentona acompañada de una adolescente y de un fornido ujier. El mocetón se abre paso entre los que tratamos de salir. Le pido que no me empuje. Ni caso. Le grito airado que no me empuje para que entren sus amigos. Me responde, entre empujones, que no son amigos, sino autoridades. La autoridad adolescente baja los ojos.
Menos mal que el alcalde todavía no había llegado con su séquito, no quiero imaginar qué hubiera pasado.
No eran éstos los tiempos que veníamos a rememorar.- . .
