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ANTOÑETEMATADOR DE TOROS

"A la fiesta ahora le falta torería"

Antoñete no habla. Se limita a dictar sentencias agazapado detrás del humo de un pitillo eterno. En su casa de Navalagamella (Madrid), acodado en una mesa sobre la que está grabado un tablero de ajedrez, el maestro masculla lecciones de torería de la mano de una voz rota y dura, cuajada de pedernales.Despacioso, recuerda los movimientos de una partida que empezó hace justamente 66 años. Fue en Las Ventas. Detrás de los burladeros, el niño Antonio soñaba con la gloria prendida de los alamares de sus ídolos. Fue Las Ventas, donde su padre fue monosabio y su cuñado mayoral, la plaza que le dio la gloria. El coso que le tituló maestro. Hoy, Antonio Chenel Albadalejo se vestirá de lila y oro -"Lo haré despacio, como a mí me gusta. Dos horas antes, y así me voy acostumbrando"- para cumplir con la exigencia del paseíllo.

Antoñete no reaparece. Que conste. La frase es suya. Simplemente torea, dice con el aplomo del que recita el nombre de su profesión. El torero de los huesos de cristal, de los desencuentros y silencios, el del toro ensabanado de Osborne, se reencuentra con su afición el día de su 66º cumpleaños. Con toros de Las Ramblas, a las siete de la tarde.

"Descubrieron una placa muy bonita con mi nombre y acto seguido me propusieron torear un novillo. Yo les respondí que si acaso un toro. Y aquí estoy, asustado ante la responsabilidad de no defraudar porque Madrid es mucho Madrid. La verdad, no creía que la cosa se fuera a complicar tanto. Ha habido que montarlo todo como en una corrida normal. Para mí es como si fuera San Isidro. Me asusta el estar a la altura; el dejar constancia de cómo siento el toreo". Desde su alternativa, en 1953, le contempla una larga maratón de ausencias y reapariciones. La última de ellas hace apenas 10 años. ¿Han cambiado las cosas desde entonces? "Miro ahora el estado de la fiesta y falta torería. Hay modos nuevos que no me gustan. Desde la forma de hacer el paseíllo hasta el modo de andar por el ruedo. Sale uno, luego el otro, cada cual va por su lado. Dentro del callejón se firman autógrafos, los matadores están desmonterados. Antes había tres toreros en la plaza, ahora hay dos en cada burladero. No están pendientes de las faenas. ¿Y cuántas veces saludan al presidente? Son normas no escritas que deben estar en el torero y que se están perdiendo. Se nota hasta en la forma de torear".

Pero lejos de él el fácil refugio de la nostalgia. Sus ojos se iluminan apenas aparece un nombre en su boca: José Tomás. "Hoy por hoy es el mariscal de campo. Con su forma de hacer las cosas, de torear con la izquierda, está dando un nuevo giro a todo".

"Hubo un tiempo en que te lo jugabas todo en Madrid. Llegabas con pocas corridas firmadas. En este momento las temporadas se firman con mucha antelación", afirma y se detiene en otra de las pérdidas: la emoción. "Nunca había empate. Los toros tenían mucha más movilidad, o salías por la puerta grande o te cogían o se armaba una bronca de cuidado. Los toros eran de cara o cruz. Ahora se da mucho lo que llamo el empate a cero. Una faena se ganaba dominando al toro. Lo que se ve es bien distinto, con los matadores más pendientes de cuidarlo para que no se caiga. Hay veces que ni el toro es malo ni el torero lo hace mal, pero el público ni se entera. Lo que yo digo: empate a cero".

En la distancia quedan unos huesos fracturados -"Ése ha sido mi calvario. Todavía tengo secuelas en la muñeca izquierda. Siempre que me iba a comer el mundo, una lesión"-, una moral quebradiza -"Lo he pasado realmente mal"- y una vida de altibajos -"Me habré aruinado tres o cuatro veces"-. Pero, sobre todo, permanece el aroma de Chenel: "Aún conservo el cartel. Jesús Delgadillo El Estudiante, Pepe Osuna y yo. Parece un cartel para turistas. Era el 8 de agosto de 1965 y me lo jugaba todo. Gracias a esta corrida volví a Madrid dos tardes, y al año siguiente, a San Isidro. En cinco tardes, ocho orejas. Pero eso es el pasado, ahora estoy asustado"

Feria de Alicante

Toros de Ibán se lidiaron ayer en Alicante, informa M. Márquez. Manuel Caballero cortó una oreja en cada toro. José Tomás, aviso y silencio; pitos. Morante, aviso y silencio; aviso y oreja.

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