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Monterrey teje la red

Tres canales por satélite respaldan la universidad virtual mexicana

El aire acondicionado congela el ambiente en el edificio azul. Una señora con cara de circunstancias habla detrás de los cristales sobre los factores del desarrollo intelectual. No hay un alma en la sala. En otra habitación, un hombre de traje gris y pelo cano explica a una silla vacía unos problemas de administración de empresas. Y no es un manicomio. Esos soliloquios son clases que siguen vía satélite alumnos de Arizona, de Lima y de Caracas. Es la Universidad Virtual del Sistema Tecnólogico de Monterrey.El concepto no es nada nuevo: es lo que en Europa se conoce como educación a distancia. "Lo nuevo es la forma de hacerlo", explica Rafael Rangel, rector del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). "La aplicación de las más avanzadas tecnologías en telecomunicaciones nos ha permitido desarrollar un modelo de aprendizaje mucho más participativo y estimulante".

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A clase con el portátil

La universidad virtual combina de forma simultánea clases por satélite, videoconferencias a través de fibra óptica, Internet y paquetes multimedia (discos compactos y vídeos). "Otros sistemas de educación a distancia usan Internet, pero de forma muy tradicional: el profesor manda la información y el alumno la recibe y presenta luego el examen", afirma Rangel. "En nuestro sistema el profesor es un guía de aprendizaje y diseña ejercicios y actividades que fomentan el trabajo en equipo. Maestros y estudiantes construyen conjuntamente el conocimiento".

14 sedes de emisión

Los convenios suscritos con otras universidades han creado una red de 14 sedes emisoras (en México, Canadá, Estados Unidos y Chile) y 730 sedes receptoras en 10 países de América. Todas ellas están unidas por tres canales de satélite. Expertos de otras 18 sedes asociadas, entre ellas la Autónoma de Barcelona, participan en el proyecto. La universidad virtual ofrece 12 maestrías en las áreas de Administración, Educación e Ingeniería, y un doctorado en Educación.Cuando el ITESM animó a algunos docentes a convertirse en profesores virtuales, las respuestas fueron más bien evasivas. Pasar por el camerino a maquillarse y aprender a jugar con el efecto cromaquis (una pantalla azul sobre la que se superponen gráficos y otras imágenes) ponía los pelos de punta a más de uno.

Hoy 50 profesores están embarcados en la experiencia. Una clase virtual equivale, por su intensidad, a dos clases presenciales. Por cada 50 estudiantes, el profesor cuenta con un asistente. Junto a él, un productor, un diseñador gráfico y un ayudante técnico completan el equipo. El curso se prepara con un semestre de antelación. A partir de ahí, no hay límites para la creatividad. Por ejemplo, el señor del traje gris arriba mencionado no hablaba con una silla vacía. En las pantallas, los alumnos ven a Germán Otálora, profesor del seminario de Administración, conversando con una robotita muy sexy llamada Virtuosa, fruto de su imaginación y del ordenador.

Tania Hinojosa, licenciada en Ciencias de la Educación, cursa en la universidad virtual una maestría en Tecnología Educativa que se imparte en colaboración con la universidad canadiense de British Columbia. "Para mí, que trabajo, la principal ventaja es el ahorro de tiempo, porque tengo acceso a toda la información en cualquier momento. La otra ventaja es la internacionalización. Tengo compañeros de todo el mundo, y tratamos con expertos de diferentes universidades. Eso es muy enriquecedor", afirma. Eduardo Letayf, que estudió en la universidad virtual algunas asignaturas de su carrera de Administración de Empresas, cree que las presentaciones de los profesores son más ágiles y que el tiempo se aprovecha mejor. Pero también encuentra algunas desventajas: "Hay menos margen para profundizar en los temas. El maestro es menos tolerante con las dificultades de un alumno para aprender algo rápidamente. No es una clase de 35, sino una audiencia de cientos de personas, y eso hace también que los propios estudiantes se muestren remisos a preguntar dudas, por timidez o por el temor a interrumpir la dinámica de la clase".

Eduardo echa en falta el contacto personal entre los alumnos. Tania, en cambio, cree que el sistema virtual es muy cordial. Los profesores son muy accesibles, ya sea en persona o por teléfono o por correo electrónico. "Todos nos llegamos a ver en las pantallas y vamos identificando los rostros. Como además hay mucho trabajo en equipo por Internet, te acabas conociendo. Se pueden hacer amistades cibernéticas".

"Hemos querido romper con la idea de que la educación a distancia es una educación de segunda", afirma Rafael Rangel. "La universidad a distancia bien hecha puede tener la misma calidad que el sistema tradicional".

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