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Pistoletazo de salida en Cataluña

Maragall anunciará el viernes su candidatura a la Generalitat entre claros signos de que las elecciones están cerca

Francesc Valls

Ni se miraron. Jordi Pujol y Pasqual Maragall se encontraron después de mucho tiempo sin verse. Jacques Delors, ex presidente de la Comisión Europea, los reunió el pasado martes en el Ayuntamiento de Barcelona, pero ellos ni se dirigieron la palabra: la discordia preelectoral había levantado un muro entre ambos. Las relaciones entre el presidente de la Generalitat de Cataluña y el ex alcalde de Barcelona nunca han sido buenas y la aparición de nubarrones electorales son presagio seguro de más tormentas. En los últimos días las señales de temporal han sido múltiples.Delors había acudido a Barcelona invitado por el Instituto Catalán del Mediterráneo, que dirige el escritor Baltasar Porcel y que le concedió el Premio Internacional Cataluña de 1998. Su presencia fue aprovechada por los socialistas para pedirle que pronunciara una conferencia. Pujol se temía lo peor: corría el rumor de que la candidatura de Maragall a la presidencia de la Generalitat se iba a anunciar en ese mismo acto. Así que se puso manos a la obra. Escribió una carta a Delors pidiéndole que no participara en él. Era demasiado tarde: el ex presidente de la Comisión ya se había comprometido. Al final, todo resultó ser falso. No hubo anuncio, pero la operación retorno de Maragall, que culminará el próximo viernes con el anuncio oficial de su candidatura, había subido un primer peldaño.

Nadie sabe con seguridad cuándo va a convocar Pujol las elecciones. Todos están preparados para todo. Los partidos tienen vallas publicitarias reservadas desde la primavera. Pujol ha reiterado en diversas ocasiones que serán, "probablemente", en marzo próximo. Sólo él lo sabe mientras en su propio partido, Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), persisten los interrogantes: otoño de 1998, primavera de 1999, noviembre de ese año... En cualquier caso, todos se preparan para un chaparrón otoñal porque signos no faltan.

Sin novedades judiciales de ningún tipo, ha saltado esta semana a las páginas de la prensa el caso Movilma, que salpicó hace tres años al equipo de Gobierno socialista del Ayuntamiento de Barcelona por una presunta irregularidad en la adjudicación de obras a empresas de militantes del PSC. Los peritos de Hacienda aseguran en sus informes que no hay delito, pero aún han de practicarse otras pruebas, a la vista de las cuales el juez instará a las partes a que pidan el archivo o acusen, tras lo que decidirá si abre o no un juicio oral.

El olor a pólvora prelectoral también se percibe en la exposición Ara és demà (Ahora es mañana), que desde esta semana y hasta finales de septiembre puede ser visitada en el puerto de Barcelona. Ha costado unos 400 millones de pesetas y con ella el Gobierno de Convergència i Unió (CiU) quiere mostrar los logros del presente y su proyección hacia el futuro, lo que la oposición lee en inequívoca clave electoralista. La exposición recoge los grandes proyectos que CiU ha pactado con el Gobierno de PP.

En el debate sobre el estado de la Nación, el portavoz del grupo, Joaquim Molins, presentó una serie de propuestas de resolución que eran una suerte de continuación del pacto de legislatura PP-CiU. Pujol ha querido arrebatar al Ayuntamiento la bandera de las infraestructuras -tercera pista del aeropuerto, trazado del AVE...-, que Maragall había convertido en estandartes de su política mientras fue alcalde. Y, en ese combate por los símbolos, Convergència se ha decidido a dar la batalla también en el terreno ideológico. La concesión del Premio Cataluña a Delors no sería así fruto de la casualidad. La reivindicación del codiciado e impreciso territorio del centro-izquierda coincide con esta visita de personalidades de izquierda a Barcelona de la mano del Gobierno de la Generalitat.

Es en ese marco en el que hay que situar la presencia de Anthony Giddens, director de la London School of Economics y vaporoso ideólogo de las tesis de centro-izquierda que defiende el laborismo de Tony Blair. Lo trajo la Fundación Trias Fargas, que orgánicamente depende de CDC. Aquí también hubo tiras y aflojas y codazos para salir en la foto entre convergentes y socialistas, aunque finalmente la instantánea muestra a Giddens al lado de Pujol.

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Los nervios están, pues, a flor de piel, a la espera del anuncio de Maragall. Pero, en honor a la verdad, los de CiU arrancan de las primarias del PSOE y la victoria de José Borrell. El ex ministro de Obras Públicas ha decidido sumar a su flamante título de candidato socialista a la presidencia del Gobierno central el de termita del de Pujol. Se ha propuesto realizar actos públicos cada semana en el cinturón industrial de Barcelona, donde los 500.000 votantes que se abstienen en las autonómicas -que gana CiU- son los que dan la victoria a los socialistas en las generales.

Así, hace justamente una semana Borrell aseguró en Sabadell que con los esfuerzos de Maragall y los suyos Pujol podía echarse a temblar. Pero su apoyo no es precisamente lo más deseado por Maragall porque refuerza la posición de aquellos a quienes el ex alcalde no quiere "obedecer ciegamente".

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