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El Parlamento ruso inicia el proceso para destituir a Yeltsin

El Parlamento ruso inició ayer el proceso para destituir a Borís Yeltsin como presidente. Tras semanas de titubeos, los comunistas y sus aliados hicieron valer su mayoría en la Duma (Cámara baja) y lograron que se formase un comité que estudiará si se debe enjuiciar políticamente al líder del Kremlin. El procedimiento, que no tiene nada que ver con una moción de censura, es largo y repleto de salvaguardias para Yeltsin, pero no llegará hasta el final. Es casi imposible que dos de cada tres diputados de este Parlamento se atrevan a votar contra el zar Borís.Si la Duma no pudo mantener el tipo y rechazar a Serguéi Kiriyenko como primer ministro, mucho menos lo hará cuando lo que esté en juego sea la encarnación del poder. La votación de ayer (300 votos a favor y ninguno en contra, en una Cámara de 450 miembros) es un espejismo, y nadie piensa que pueda repetirse cuando lo que esté en juego sea deshacerse del presidente. Eso sí, parece seguro que, dada la tonalidad política de la comisión, el caso llegará al pleno.

Aunque la Duma condenase a Yeltsin, la sentencia habría de pasar aún los filtros de los tribunales Supremo y Constitucional y el del Consejo de la Federación, donde reunir dos tercios de votos contra el líder del Kremlin roza la imposibilidad física.

El propio presidente de la Duma, el comunista Guennadi Selezniov, reconoció ayer que el intento no tiene muchas posibilidades de Selezniov. Otra cosa sería si los diputados se transmutasen en mineros como los que, desde hace más de una semana, gritan su protesta frente a la Casa Blanca (la sede del Gobierno). Ayer, 12 de ellos lograron entrar en la Duma, tiraron sus cascos contra el suelo y las paredes y pidieron a voz en grito a los parlamentarios que utilicen el juicio político para eliminar a Yeltsin, a quien consideran culpable de todos sus males, empezando por el retraso en cobrar sus salarios. Yeltsin puede estar tranquilo en su poltrona. No la va a perder en este envite. Pero los comunistas no cejan en su intento de segar la hierba bajo sus pies. Hoy mismo, celebrarán un pleno de su comité central en el que estudiarán la posibilidad de convocar una huelga general política. Alexandr Kravets, el secretario de ideología del partido, dijo que el próximo «puede ser el último otoño del patriarca de nuestra democracia y de su régimen».

El caso es que, si Yeltsin no miente descaradamente, tan sólo le quedan dos años en el cargo. Ayer mismo, aprovechando un viaje a Kostromá (al noreste de Moscú), repitió, una vez más, que no será candidato en el año 2000 «porque no lo permite la Constitución». El Tribunal Constitucional debe dictaminar si la limitación a dos mandatos impide que Yeltsin se presente, aunque fue elegido por primera vez cuando aún existía la Unión Soviética. Hasta ahora, muchos de los potenciales candidatos al Kremlin (como el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov) esconden sus intenciones porque no están seguro de lo que ronda por la cabeza de Yeltsin.

A Yeltsin le salió ayer un extraño defensor: Alexandr Rutskói. El ex vicepresidente y líder de la revuelta del Parlamento contra el presidente de 1993 aseguró que «puede que no le guste a todo el mundo» pero que «no tiene alternativa».

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