Operación retorno
La Operación Retorno se ha adelantado este año al solsticio de verano. El vecino de Sant Gervasi, que ha estado tomando las aguas en Italia, ha cargado el coche con la tabla de windsurf y las bicicletas de los niños y ha emprendido el regreso a Barcelona. Poco importa que el vecino insista en que de vacaciones nada de nada, que no llega con tabla de windsurf ni bicicleta alguna, sino con sesudos papeles universitarios, fruto de un infatigable trabajo allende el Tirreno. Sus compañeros de oficina, envidiosos sin duda del tiempo de asueto que se ha tomado en temporada baja, que es cuando las playas están mejor, han sentenciado que se ha tomado vacaciones y nadie está dispuesto a creerle el desmentido. Pese a su apariencia común, este vecino es en realidad un vacancier infrecuente. No se ciñe para nada a los comportamientos habituales de las operaciones retorno. Va absolutamente a su aire. Avisos de tráfico. Para empezar, ha decidido volver a la oficina por Sant Joan, y eso ya es un poco extraño. Antes de emprender el viaje, no ha llamado a la Dirección General de Tráfico, ni ha puesto la radio para informarse del estado de las carreteras. ¿De qué le hubiera servido? Él ha decidido cuándo regresaba, sin encomendarse a nadie. En realidad, todas las medidas de esta Operación Retorno son diseño suyo. Y para que no quepa la menor duda el miércoles el atípico vacancier tronaba desde La Vanguardia: "Vuelvo dispuesto a lo que haga falta, menos a obedecer ciegamente". Lo que quiere decir: "Si me da la gana, me salgo en Figueres y me zampo una perdiz à la royale en el Motel Ampurdán. Y a vosotros, que os la den con queso". Amplio, rotundo "vosotros": caben desde capitanes y sargentos de los Mossos d"Esquadra, ahora que controlan la red viaria gerundense, hasta muy altos cargos de la DGT en el punto kilométrico 0. Peaje. Mas, oh, oh, ¿qué ocurre? En el peaje de Granollers un listillo se le ha colado al vacancier a toda piña. No es el chaval del Ibiza con música máquina reventándole los sesos, no. Éste viaja en cochazo oscuro y lleva escolta. "¡Caramba, pero si es el vecino de Sarrià, el que siempre va como loco, saltándose las normas de tráfico que él mismo dicta! ¿Y a quién lleva consigo? ¡Sapristi, pero si es Delors! ¿A éste no tenía yo que presentarle una conferencia? Habrá que darse prisa", masculla preocupado, al tiempo que introduce la visa en la ranura. Llegando a la fábrica de cemento. El vacancier recoge ahora, justo pasado el peaje, a una señora de edad. Se llama Antonieta Macià, es viuda y ha chocado contra el guardaraíl porque el maleducado del cochazo oscuro le ha cerrado el paso cuando ella acudía a conmemorar pacíficamente el décimo aniversario de la muerte de su marido. "Súbase, señora, que yo la llevaré hasta dónde quiera, si es lo que yo digo, mucha educación es la que falta hoy en este país", le ha espetado el vacancier en el momento de brindarle acomodo. Más tarde, llegando a la fábrica de cemento, el hombre se ha sacado con pasmosa naturalidad unos conos del maletero -allí cabe de todo- y se ha abierto un carril adicional a Barcelona para él solito. Al punto ha acelerado, como llevado por el diablo. Meridiana, primer semáforo, rojo. "¡Caramba! ¿Quién está parado en el semáforo de Fabra i Puig? ¡Pero si es el listillo del coche oscuro! Mucho correr, total para esto. A ver qué cara pone", saborea para sí, instantes después, el vacancier. Mec, mec. "Oígame, señor Delors, bájese usted de esa cafetera y véngase aquí, que estará mucho más cómodo. Yo voy en su misma dirección". Delors acepta la invitación, sin atender las exclamaciones de su anfitrión sarrianense, empeñado en convencer a los peatones que cruzan sin culpa que la dirección del ex ministro francés es la misma que la suya y no la del locatis de las bermudas floreadas. Meridiana, primer semáforo, verde. El vacancier pisa a fondo, despega con chirrido de ruedas y toque de claxon chuleta. Se ha convertido en un vitellone de la Riviera Adriática, y hasta se le ha puesto cara de Mastroianni en Alfa Romeo descapotable, acompañado por dos bellezas de delantera generosa. Fíjense si es atípico este vacancier que hoy vuelve a estar en Italia. Ha dicho en la oficina que se había olvidado uno de sus papeles, cuando todo el mundo sabe que ha ido a por las chanclas. .
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