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Vísperas de algo

Enric Company

El fin del año sabático de Pasqual Maragall crea la impresión de que algo comienza. La Cataluña política ha entrado en vísperas de algo. No se sabe muy bien qué. Maragall será candidato a la presidencia de Generalitat y puede que gane. Pero no es seguro, desde luego. Si gana las elecciones a Jordi Pujol, puede marcar el inicio del ocaso del pujolismo. Pero ganar las autonómicas puede significar resultados muy distintos. Una cosa sería que la candidatura encabezada por Maragall fuera la más votada y otra que tuviera mayoría absoluta. Y una cosa sería que en esa nueva composición del Parlament hubiera mayoría de derechas, aun con el PSC como fuerza más votada, y otra muy distinta que se situara como primer partido dentro de una mayoría de izquierdas. Todavía caben más posibilidades: que no hubiera mayorías muy claras, gracias a la perpetua ambigüedad de ERC, por ejemplo. Recuerden 1980. Imaginar un Gobierno de minoría cuesta poco, porque es lo que hay ahora mismo con Pujol como presidente. Imaginar un Gobierno de minoría presidido por Maragall cuesta más, porque es difícil pensar que la derecha fuera a dejar gobernar a la izquierda en un Parlament con mayoría de derechas. En ese supuesto cabría la posibilidad de un Gobierno de coalición entre el PSC y CiU. Pero es también muy difícil imaginar a Pujol entrando en posición secundaria en un Gobierno de coalición con los socialistas, bajo la presidencia de Maragall. Si CiU llegara a considerar necesaria esta coalición como mal menor tras una derrota electoral, lo más lógico sería que la nueva situación de CiU no estuviera dirigida por Pujol. ¿Quién imagina hoy a Pujol desplazado a un segundo plano? ¿Quién ocuparía el primero en CiU? Desde luego, puede ser también que Maragall no consiga más que un resultado discreto y deba conformarse con calentar el banquillo hasta otra oportunidad. ¿Quién le imagina arrastrándose como jefe de la oposición por la siempre languideciente actividad del Parlament? El abanico de combinaciones y de hipótesis no es muy amplio; pero, desde luego, es muchísimo más excitante que todo lo vivido en Cataluña desde 1984, cuando Pujol se alzó con su primera mayoría absoluta. El regreso de Maragall de su retiro temporal en Roma significa eso: se acabó la calma chicha. Para todos. Para Pujol, porque tiene ante sí un rival mucho más temible que todos los que ha lidiado hasta ahora. Pero no sólo para Pujol. Los partidos de la izquierda catalana entran en fase de alerta. En Iniciativa per Catalunya (IC) y en Esquerra Republicana (ERC) han comenzado a temblar las piernas de todos los dirigentes conscientes de que una candidatura de Maragall a la presidencia de la Generalitat succionará probablemente mucho voto útil procedente de sus electorados respectivos. Si los hechos confirman el día de las elecciones estos temores de hoy, tan fundados, habrá llegado la hora de la verdad para estos partidos. Lo más relevante sucede, sin embargo, dentro del PSC, el partido del propio Maragall. El ex alcalde se apresta a ponerse al frente de la candidatura de un partido del que no pudo controlar ni la federación de Barcelona cuando lo intentó, no hace mucho. La verdad es que Maragall ha esbozado en el pasado reciente una crítica a la rigidez de los partidos políticos tal como aquí están organizados que le ha puesto de uñas a los cuadros que controlan el suyo. Y se prepara a representarles en las elecciones autonómicas en un momento en el que la militancia del PSC ha proclamado sonoramente que le encanta el comportamiento decidido, rotundo, de José Borrell. Un comportamiento que está en las antípodas de los titubeos de Maragall acerca de su candidatura a la presidencia de la Generalitat. ¿Podrán encajar dos personalidades y estilos tan diferentes? El tándem Borrell-Maragall, ¿está hecho? ¿Hasta dónde llegará Maragall en la búsqueda de apoyos externos al partido socialista? ¿Continuará predicando la insuficiencia de marco del PSC? ¿Piensa en un centro izquierda? Se lo preguntan estos días muchos dirigentes socialistas y no socialistas. Y se lo preguntan porque él mantiene una constante ambigüedad. De manera que ahora mismo hay algunos encajes de bolillos por hacer, probablemente entre bastidores. Pero con resultados que habrán de salir a la luz del día.

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