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Reportaje:

Pinturas negras

"Lo primero que hace un narcotraficante cuando el dinero le empieza a llegar en abundancia es gastar a manos llenas. Sus tarjetas de crédito sacan humo y no dan abasto: cochazos impresionantes, comidas en los mejores restaurantes, hoteles de lujo y prostitutas de alto nivel y joyas, muchas joyas y oro". Quien así habla es Adolfo de la Torre, inspector de policía, jefe del grupo de Blanqueo de Capitales de la Jefatura de Barcelona, cuya especialidad es seguir el rastro que van dejando los billetes de los narcotraficantes. El profesor De la Torre y sus muchachos son especialistas en encontrar en medio de una maraña de números y de transferencias bancarias cruzadas un leve rastro, un pequeñísimo indicio que les sirva para conectar a la empresa X con el narcotraficante Z. Si consiguen vincular la operación de blanqueo con el delito que proporciona este dinero sucio, que en la inmensa mayoría de los casos procede del tráfico de droga, es cuando tienen al narco y a su organización cogidos por doble motivo: por un delito contra la salud pública, el más importante y el más castigado, y otro fiscal. Adolfo de la Torre acumula experiencia de la buena: ha trabajado durante tiempo en Galicia como especialista en desentrañar la maraña de sociedades legales que han tejido los clanes gallegos de la coca. Los traficantes de Cataluña no ocupan puestos tan altos en el escalafón. Son más modestos que sus colegas gallegos, de los que a veces son subsidiarios. En una primera fase, cuando el trapicheo (venta de droga directamente al consumidor) permite convertirse en abastecedor de pequeños proveedores, el narco entra en una época de disfrute de su dinero. "Se rodea de todas las cosas, del lujo que siempre ha deseado tener", señala De la Torre. En la segunda fase, la de consolidación de sus ganancias y ampliación del negocio, el traficante empieza a comprar fincas, casas y apartamentos de lujo que amuebla sin reparar en gastos y, una característica en todos ellos, con horteradas de pésimo gusto, pero caras. "Se da el caso de narcos que llegan a una galería de arte, que por cierto han disparado sus ventas, y piden el cuadro más caro sin importarles un pimiento si pega o no con la estancia donde lo van a colgar o si vale el precio que les piden", precisa De la Torre. En esta segunda fase se trata de aparentar; por ello compran arte y casas buenas; por ello y por dar idea de solvencia y poderío económico a su entorno. La tercera fase es la de los negocios. Hay que invertir el gran chorro de líquido circulante (dinero) que cada día entra en sus arcas. Al principio de su vida de hombre de negocios, el narco, de natural muy desconfiado, paga todo lo que compra en dinero contante y sonante, el mismo que ha sacado a sus víctimas. Es en la tercera fase, cuando ya tiene hecha la acumulación previa de su ingente capital y éste no para de crecer, cuando se pone en manos de terceros. Como no suele tener idea de llevar un negocio, acude a gabinetes de especialistas que le aconsejan cómo invertir su dinero y qué tiene que hacer para que la policía no logre conectar la trama de sus negocios legales con sus actividades delictivas; en una palabra, los especialistas les explican qué hacer para blanquear su sucio dinero. Un traficante medio, de los que controlan una red que cada mes coloca en el mercado un kilo de cocaína, puede tener un flujo de ingresos de 16 millones de pesetas mensuales. Es el momento de crear una sociedad limitada para cubrir sus negocios paralegales y otra patrimonial para sus propiedades. Las preferencias siempre suelen ser las mismas: a las propiedades inmobiliarias y el arte les siguen las compras directas de negocios y la creación de una trama de empresas pantalla. También aquí casi todos los narcotraficantes coinciden. Escogen preferentemente el sector de la hostelería para blanquear, y dentro de éste, los negocios comprados a través de franquicias, ya que es la empresa propietaria de la franquicia la que se encarga de hacer las obras e instalar el negocio, lo que quita trabajo al narcotraficante, que no tiene que preocuparse de nada. Luego coloca un número desproporcionado de personal para justificar gastos, declara a Hacienda por el sistema de módulos, lo que no le obliga a justificar con facturas sus ingresos y ya puede limpiar parte de su dinero con los supuestos ingresos millonarios de su negocio. Negocio que, paradójicamente, mejor funciona cuanto menos dinero le da. El resto de artimañas para blanquear dinero se parece a las que también usan algunos propietarios de dinero negro obtenido de una actividad empresarial legal, pero no declarado a Hacienda. Tramas de sociedades que se facturan falsas compras y ventas o compras reales pero incrementadas al alza. Importaciones ficticias y compras de futuros son también triquiñuelas que lavan el dinero negro del narcotráfico.

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