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Entrevista:

"Aquí siempre le echamos la culpa de todo lo que pasa a Barcelona"

Miquel Alberola

Acaba de sustituir a Vicente Montesinos al frente de la Sindicatura de Comptes, y entre sus credenciales figura un sentimiento liberal inoxidable y ser el referente más compartido entre los empresarios. En los años cincuenta ocupó diversos cargos de representación empresarial y a partir de la década posterior presidió, entre otros, el Banco de la Exportación, la Cámara de Comercio de Valencia y la Feria Muestrario Internacional y la Mutua Patronal de Accidentes de Trabajo.Pregunta. En la toma de posesión dijo que no le apetecía el cargo. Respuesta. No es que no me apeteciera, es que además ignoraba que existiera vacante. La verdad es que no esperaba que se me ofreciera nunca ningún cargo público, porque pensaba que en mi vida ya había cumplido bastante. No tenía ambición por ningún cargo, pero no fui capaz de decirle no al señor Zaplana, un hombre con el que me he llevado muy bien siempre y al que conozco de hace muchos años. P. ¿Qué ha impulsado a un hombre de 80 años a volver a la primera línea? R. Siempre me ha gustado tener algo que hacer. Esto, en el fondo, me sirve de estímulo. Y además, en un sitio para mí desconocido como es la Administración Pública. He actuado en la política, en la empresa privada, en la Cámara de Comercio, en la Feria de Muestras... pero nunca en la Administración. P. Nada más llegar ha insinuado que la Sindicatura debería abarcar un ámbito mayor. R. Eso obedece a una manifestación de los representantes de Esquerra Unida que hablaban de la conveniencia de que la Sindicatura de Comptes auditara también a otras entidades como cámaras de comercio, ferias, universidades... Mi respuesta es que por parte de la Sindicatura no habría inconveniente. La Sindicatura actúa en unas cosas que son de obligación, como la censura de las cuentas generales de la Generalitat, y luego en otras que son a petición de parte, como las entidades locales, lo que le manda el Tribunal de Cuentas o las Cortes... Si por ley o por disposición de las Cortes nos dicen que hay que auditar a las cámaras de comercio, las auditaremos. P. ¿Se ha marcado algún reto? R. Mantenernos independientes de la política. La Sindicatura tiene que ser un oasis al margen de los enfrentamientos políticos. P. Su antecesor fue muy criticado por la Generalitat porque las cuentas no eran de su agrado. ¿Es consciente de que se sienta en un sillón muy incómodo? R. Indiscutiblemente hay que reconocer que el papel de auditor de cuentas es incómodo. Yo he sido sujeto pasivo de auditorías porque en la Mutua Valenciana, que yo presidía, todos los años teníamos una auditoría del Ministerio de Trabajo, y sé la de veces que hemos comentado el modo de actuar de los auditores, y claro, no me gustaría que a nosotros nos calificaran igual. Es una labor desagradable, pero hay que darle un cariz de colaboración al que se fiscaliza. P. Estudió Derecho. ¿Qué le desvió hacia la empresa? R. Tal vez estudié Derecho pensando que era una carrera básica para moverte en la vida. Mi familia había sido industrial de siempre y las circunstancias de la vida me llevaron a la empresa. Ser empresario es una cosa que te envicia: ya no lo dejas. Es una mezcla de actividades, de actitudes, de responsabilidad, de riesgos... Y eso te va envenenando y creando adicción. P. Usted apostó por algo más que ser empresario: por crear cultura económica. R. Había bastante falta de cultura económica en el mundo empresarial valenciano. La guerra civil había dejado muchas secuelas: faltaba mucha gente que podía haber sido útil. La situación era completamente distinta a ahora. P. Desde los años sesenta la Comunidad Valenciana exporta más industria que agricultura. R. Pero la mentalidad continúa siendo agrícola, a pesar del cambio. El amor a la agricultura no se pierde. Hay que tener presente que mucha de la industrialización se hizo a costa de los ingresos de la agricultura. Pero es raro que prevalezca lo agrícola a lo industrial y desconozco la explicación. Será que el clima es bueno y el campo encanta. P. Su llegada a la presidencia de la Cámara de Comercio de Valencia en 1968 se asocia a una de las etapas de mayor apertura. ¿Cómo era la Cámara que se encontró? R. Un poco cerrada. Entonces estaba muy fuerte la organización sindical vertical y las cámaras no se atrevían del todo a enfrentarse. Y a mí, que era ignorante de la fricción entre los grupos, y que por otra parte conocía a un delegado de sindicatos, pues no me asustaba tanto el asunto. La Cámara tenía unos reglamentos a los que ajustarse y una ley que la protegía, y nos lanzamos a abrir la puerta a conferenciantes de todo tipo, sin preguntarles cómo pensaban políticamente. Y no cambié para nada al personal que había. Lo único que hice fue separar la dirección de la Feria de Muestras de la dirección de la Cámara. Y puede que los tiempos me ayudaran. P. Usted no ha formado parte del habitual clan dirigente empresarial. ¿O es sólo un efecto óptico? R. No he estado nunca vinculado a ningún grupo empresarial, pero soy amigo de todos. No he tenido nunca ningún interés en pertenecer a grupos de presión concretos. La presión hay que hacerla trabajando. P. ¿Por qué el empresariado valenciano ha sido incapaz de unirse a lo largo de los años? R. Es una pregunta muy difícil. Hay que tener en cuenta el carácter valenciano, que es muy independiente. Y que también hay mucha gente que prefiere ser cabeza de ratón a cola de león, y prefiere crear grupito para mantener su prestigio. Y hay cosas que no pueden ser. Los empresarios están unidos por un denominador común: el ser empresario, y no se puede hablar de empresarios socialistas, fascistas o comunistas, si es que los hay. Los empresarios deben ser un todo, y a la hora de votar que voten como quieran. Hay otro obstásculo: el que se considera más fuerte cree que tiene derecho a imponerse a los demás, y eso tampoco debe ser. Los actuales directivos se están dando cuenta y están pensando cómo arreglarlo. P. A esto habría que añadir que los de Castellón y los de Alicante van a su bola. R. Es el conflicto regional de siempre. Unos lo achacan al nombre; otros, a la envidia de Alicante hacia Valencia,... Creo que en el fondo es porque no hemos sabido relacionarnos. Hemos querido mandar sobre los demás o los hemos despreciado. Y eso no es justo. Ahora se está empezando a hacer caso a unos y otros, pero todas las regiones necesitan tener un ciudad que sea la cabeza. Aquí, en cambio, parece que queremos todos ser iguales. Y la igualdad en este caso es un absurdo. P. ¿Por qué el trato del Estado hacia la Comunidad Valenciana es siempre inversamente proporcional a su capacidad? R. Eso es cierto y lo hemos denunciado muchísimas veces. No sé si es que no sabemos presionar o que políticamente no tenemos el peso adecuado. Ha ocurrido siempre: antes, enmedio y ahora. Ahora nos están dando muchas promesas, pero todavía están en deuda. P. Usted también estuvo al frente del Puerto de Valencia. A menudo se acusa al puerto de Barcelona de ser la causa que impide prosperar al de Valencia. ¿Eso es cierto? R. Aquí todas las culpas se las echamos siempre a Barcelona. Comprendo que a Barcelona le molesten cosas que hacemos nosotros, pero cada uno tiene derecho a defender lo suyo. Pero no se puede decir que la culpa es de Barcelona. Cuando una cosa se nos tuerce un poco somos muy dados a culpar a Barcelona. P. Usted participó en la fundación del Partido Liberal. ¿Qué le movió a ello? R. Fue con motivo de la presidencia de la Cámara y de la Feria, y la relación con la gente procedente de la universidad, y la insistencia de mi amigo Joaquín Muñoz Peirats. Influyeron esas cosas y nos pusimos a jugar un poco a liberales, pero sin más ilusión porque no sabíamos cuando iba a morirse Franco. La política siempre me ha gustado, desde pequeño, pero no la que se hacía en la dictadura. P. Fue senador en el periodo constituyente. R. Tenía faena por encima de las orejas, pero Paco Burguera y Muñoz Peirats me convencieron. Y salí elegido. Fue una experiencia buena. Mi actividad fue relativa: se ciñó a defender una enmienda en la Constitución que no prosperó. P. La que pedía que se equiparase la Comunidad Valenciana a las autonomías históricas. R. Exacto. Todos lo veían claro, pero Abril Martorell se encargó de que no prosperara. P. Unas veces ha dicho que es nacionalista y otras que no lo es. ¿En qué quedamos? R. Yo soy nacionalista en tanto en cuanto quiero a mi tierra, quiero que sea importante y la quiero en primera línea. Ahora: lo que no soy es nacionalista separatista como los vascos. P. ¿Mejor como los catalanes? R. Son más inteligentes. Consiguen lo mismo sin pelear. Yo también aspiro a eso. P. ¿Por qué no ha prosperado aquí ese tipo de nacionalismo? R. Aquí somos muy especiales y nos hemos perdido en minucias. La pelea de la bandera y la lengua fue terrible. Y coger estos dos temas para formar un partido no me parecía lógico. Si me preguntan qué bandera quiero, siempre diré con azul porque es la que he visto toda mi vida. P. Y si le preguntan por la lengua, ¿qué dice? R. No soy técnico: que me lo digan los técnicos. Hay muchas cosas que son parecidas o iguales en el catalán y el valenciano. Si no es la misma lengua, tendrán la misma raíz por lo menos. Somos primos hermanos, ¿no? Está clarísimo. P. ¿Por qué dejó la política? R. Estaba cansado de la actividad que había llevado hasta entonces. La UCD fue un desastre y preferí marcharme a casa. P. ¿A jugar al golf? R. Exacto. Me tiene sin cuidado que la bolita entre o no, pero camino y hago ejercicio.

"En el fondo los empresarios de Alicante, Castellón y Valencia no hemos sabido relacionarnos"

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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