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El juicio al alcalde de Teherán se convierte en un pulso de "duros" y moderados

Ángeles Espinosa

Hace un año, tras el triunfo de Mohamed Jatamí en las elecciones presidenciales de Irán, Gholamhosein Karbachí desgranaba con mal disimulada satisfacción los logros de sus casi ocho años al frente de la alcaldía de Teherán ante un grupo de periodistas extranjeros. Su buen hacer y su pragmatismo eran de alguna manera garantía de las promesas hechas por el candidato del ala más liberal del régimen. Hoy, el popular alcalde se sentará en el banquillo de los acusados para responder a los cargos de corrupción y malversación de fondos públicos.

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En medio quedan los 11 días que Karbachí pasó en prisión el pasado mes de abril, víctima de una conjura de los duros del sistema, según sus seguidores, o consecuencia lógica de su abuso de poder, en opinión de sus detractores. Sea como fuere, su detención provocó una reacción popular de tal calibre que requirió la intervención del mismísimo guía supremo, Alí Jamenei, para evitar males mayores.Cualquiera que haya visitado Teherán antes del verano de 1989 nota la diferencia. Fue entonces cuando el presidente Alí Akbar Hachemí Rafsanyani le encomendó la alcaldía de una ciudad altamente contaminada y con un crecimiento demográfico desbocado. En asociación con el sector privado, Karbachí ha construido vías rápidas, pasos elevados para el tráfico, medio millón de viviendas, parques, centros culturales y, más recientemente, supermercados. Ha saneado los barrios más pobres de la ciudad, limpiado las calles, reducido la contaminación e incluso controlado la población, hoy estabilizada entre los 10 y los 12 millones de habitantes, según las fuentes.

Es difícil disputar los logros de este tecnócrata de 44 años, cuyo peso le ha llevado a tener un puesto en el Consejo de Ministros. Sin embargo, a los sectores más inmovilistas no les gusta que abra las piscinas municipales a las mujeres (en horario distinto al de los hombres) o que apoye manifestaciones artísticas modernas, en especial musicales. Tachan su estilo de gestión de «occidental». En 1996, su posición favorable a un frente moderado en las legislativas le convierte en la bestia negra de los conservadores. Tras el triunfo de Jatamí, le acusan de haber abusado de su puesto para apoyarle y de solicitar donativos de los empresarios que pretenden lograr contratos municipales.

Razones políticas

El ataque a Karbachí equivale entonces a un ataque al nuevo presidente, cuya toma de posesión, el pasado agosto, estuvo precedida de la detención de varios altos cargos municipales. Karbachí sale en su defensa y asegura que se trata de una maniobra política. «Es injustificable, inaceptable y motivada por razones políticas. Estoy dispuesto a defender a mis empleados», asegura el regidor al diario Iran News.El caso se transforma en un pulso político entre duros y moderados. De un lado, cerca de un centenar de diputados conservadores, con el presidente del Parlamento y candidato presidencial derrotado, Alí Akbar Nateq-Nuri, a la cabeza, y el apoyo del sector más reaccionario del clero, el jefe del poder judicial, Mohamed Yazdi, e incluso el propio guía supremo, que han declarado la «guerra a la corrupción». De otro, los pragmáticos del régimen, de los que Jatamí y Karbachí son los máximos exponentes, con el apoyo de 20 millones de votos, más del 70% del censo.

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El 4 de abril se produce la detención del alcalde. Jatamí mantiene silencio en público sobre la que se califica de crisis más grave de su mandato, pero se sabe que interviene ante el guía supremo a favor de Karbachí. Varios de sus ministros lideran la campaña para su liberación.

El primer asalto fue decidido por el peso de la calle y se saldó con la puesta en libertad del alcalde. De la transparencia y equidad del juicio que hoy empieza se desprenderá el peso real que tiene en las estructuras de poder ese sector del régimen que intenta modernizar el país y reintegrarlo a la comunidad internacional sin perder sus valores más arraigados.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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