La tragedia de Eschede

Trátese de un TGV francés o de un ICE alemán, los trenes extremadamente rápidos de la actualidad producen la impresión de que uno se encuentra en un mundo propio, apartado del decurso usual del tráfico. La tragedia de Eschede muestra que no hay ningún medio de transporte completamente seguro. En el fondo todos lo sabemos, pero sería insoportable pensar en ello demasiadas veces; ni siquiera en el transporte por carretera, que es incomparablemente más peligroso que viajar en tren. Como los accidentes ferroviarios son relativamente raros, la conmoción es ahora especialmente fuerte. Los riesgos típicos son las vías de un solo sentido, las desviaciones y, sobre todo, los pasos a nivel. En gran medida, el ICE evita esos riesgos: fueron construidos un gran número de puentes, pasos subterráneos y túneles para recortar tiempos de recorrido. Ahora han sido precisamente dos puentes los que han resultado fatales, y, a tenor de las primeras informaciones, es difícil acusar al ferrocarril de fallos en las medidas de seguridad. El automovilista que no debía estaba cuando no debía en el puente que no debía, e hizo lo que no debía. (...) Pero, por mucho que sucesos casuales desempeñaran un papel, debe investigarse minuciosamente qué consecuencias hay que extraer. (...) Eschede ya es bastante malo. También sería malo que, debido al temor a que se repita un accidente así, más personas utilizaran el coche para largos recorridos.

4 de junio