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Farolada

Pesaba varias toneladas y tenía dos milenios de antigüedad. La enorme lápida que dejaba constancia de la fundación romana de la ciudad desapareció de uno de los museos municipales. Dicen que se utilizó en las obras del nuevo espigón del puerto. Pero eso no tenía mayor importancia porque Valencia iba a ser capital cultural de Europa. Censuraron una exposición de tiernas fotografías porque aseguraban que podían rozar lo pornográfico. Pero eso no tenía ninguna importancia porque Valencia iba a ser capital cultural de Europa. Dejaron bajo mínimos las obras de rehabilitación del centro histórico de la ciudad, el llamado plan verde se quedó en plan y relegaron para el tercer milenio la construcción del parque central, pero eso no tenía mayor importancia porque Valencia iba a ser capital cultural de Europa. Desmantelaron la IVEI (Institució Valenciana d"Estudis e Investigacions), pero eso tampoco tenía ninguna importancia porque Valencia iba a ser capital cultural de Europa. Dejaron de construir institutos en la ciudad y pusieron autobuses para trasladar a los alumnos a otros centros porque había otras prioridades y Valencia iba ser capital cultural de Europa. Anunciaron balcones al mar en el puerto de la ciudad porque Valencia iba ser capital cultural de Europa. Enterraron los cimientos de la torre de telecomunicaciones para levantar las paredes de un gran teatro de ópera porque Valencia iba a ser capital cultural de Europa mientras en el Principal se oía el silencio. Llenaron la ciudad de farolas de falsa época porque Valencia iba a ser capital cultural de Europa. Atiborraron las calles de armatostes de plástico, imitando el mobiliario urbano de París, para plagar la ciudad de soportes publicitarios de colonias y de anuncios del tercer milenio porque Valencia iba a ser la capital cultural de Europa. Pasearon a Ana Botella por la Gran Vía para hacerse fotos junto a una exposición de esculturas porque Valencia iba ser capital cultural de Europa. Ahora hemos sabido que Rotterdam, Oporto y Salamanca ostentarán el título de capital cultural de Europa y que Valencia no tiene opción a ello en mucho tiempo. Lo cual, en principio, no tiene más importancia que la del enorme globo propagandístico hinchado por la alcaldesa, Rita Barberá, en torno a la candidatura. Porque lo que a estas alturas es innegable es que la propia alcaldesa de la ciudad se había comprometido personal y partidistamente en un empeño que tenía más tintes políticos que realidades culturales. Cualquier ciudadano medianamente viajado sabe que las auténticas capitalidades culturales van más allá de lo que pueda decidir el Consejo de Ministros de Cultura de la Unión Europea. Pero lo bien cierto es que a ese gigantesco globo publicitario se había encaramado Barberá en una de esas operaciones de autobombo a que nos tiene acostumbrados. La soberbia, decía uno de los santos padres de la Iglesia, no es grandeza sino hinchazón, porque lo que está hinchado parece grande pero está enfermo. Ahora el globo se ha deshinchado pero no las ínfulas de la alcaldesa y al calor del último mitin del PP ha asegurado que con la ayuda de Zaplana y de Aznar hará de Valencia "la capital cultural más importante de Europa". Adelante pues con los faroles, aunque no sea precisamente lo que falta en esta ciudad. Pero eso sí, que venga la luz. De momento un gran farol ha quedado al descubierto.

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