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Entrevista:

"Madrid sabe muy bien cumplir su papel de ciudad acogedora"

A Manolo García no le gusta confesar su edad, dice que le trae mal fario, pero se deduce que, por los años que lleva en el rock, debe andar por la cuarentena. Durante los años ochenta y buena parte de los noventa fue la voz cantante de El Último de la Fila, uno de los grupos con más personalidad del rock español por no haber titubeado nunca en mezclarse con el mundo de la copla y el flamenqueo, mucho antes incluso de que se hablara del mestizaje. Se acabó el grupo y emprende camino en solitario con Arena en los bolsillos, un sorprendente disco debú que, aunque sigue recordando las coordenadas por las que se movía El Último, ahonda en una nueva sonoridad y unos arreglos preciosistas. Está otra vez en la cima, abarrotando la sala La Riviera, en la que permanecerá desde hoy hasta el lunes. Parece que le parieron en un escenario, por eso le gusta hablar más de música y arte que de presumir de récords. Sin embargo, en una entrevista con Manolo García, a pesar de su sencillez, es imposible abstraerse de las escalofriantes cifras con las que se maneja.Pregunta. Doscientos mil discos vendidos en un mes y cuatro noches completas en Madrid. ¿Va al Libro Guinness de los récords?

Respuesta. Me da un poco de pudor hablar de esto.

P. Pero siempre será mejor que hablar de fracaso, aunque suene menos romántico.

R. Claro, yo vivo de esto. Es bueno vender, pero es un tejado bajo el que no me puedo acoger indefinidamente, porque el día que desaparezca me quedo al raso.

P. ¿Qué ha cambiado al estar en solitario?

R. Voy cambiando gradualmente. Hacer canciones es algo más cálido. Tengo unas capacidades limitadas, soy un músico autodidacto, y he hecho ni más ni menos que el disco que podía hacer.

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P. Como barcelonés, ¿le sorprende poner en Madrid durante cuatro noches el cartel de no hay billetes?

R. No, pero me encanta. Desde que vine por primera vez en los setenta a una pensión de Tirso de Molina para probar con mis primeros grupetes, descubrí una ciudad -a diferencia de Barcelona, tan geométrica y ordenada- laberíntica y llena de recovecos, pero siempre cálida y acogedora.

P. Y ahora, ¿está igual?

R. Tiene las incomodidades de las grandes capitales y ha empeorado arquitectónicamente: no creo que dentro de cien años los japoneses fotografíen los túneles y edificios recientes como hacen ahora con el Prado o cualquier palacio o monumento. Pero, como ciudad aluvión, sabe que tiene la obligación de ser acogedora, y eso lo cumple muy bien. Además, así conseguirá perdurar.

Manolo García actúa los días 4, 5, 6 (agotadas) y 8 en La Riviera (paseo bajo de la Virgen del Puerto, s/n; metro Puerta del Ángel). 21.30. 2.500 pesetas.

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