La Valldigna, un referente histórico
Las Cortes Valencianas, el día 29 de octubre de 1997, acordaron por unanimidad sumarse a la declaración del año 1998 como Any de la Valldigna, declaración hecha por los ayuntamientos de Barig, Benifairó, Simat y Tavernes, con motivo de celebrarse este año el 700 aniversario de la fundación del monasterio de Santa Maria de la Valldigna, obra magna del siglo XIII, que fue erigida a instancias del rey Jaime II el Justo, nieto de Jaime I el Conquistador. Jaime II nació en Valencia y destacó por su profunda religiosidad y por hacer del monasterio un enclave importantísimo, punto de encuentro y símbolo de unión donde confluían todos los pueblos que conformaban la Corona de Aragón. La iniciativa real de creación de este referente religioso fue secundada por el abad Bononat de Vila-Seca, y a raíz del privilegio de la fundación de 15 de marzo de 1298, tuvo lugar el nacimiento del monasterio cistercense de Santa Maria de la Valldigna. Desde la fecha de su fundación hasta nuestros días, muchos episodios se han ido sucediendo en el devenir histórico de este real monasterio, enclavado en el corazón de un valle fértil y repleto de belleza, que vivió momentos de esplendor, y llegó a ser una de las entidades religiosas más poderosas y significativas de esa época y de épocas posteriores; de la misma manera, fue uno de los monasterios más influyentes del Reino de Valencia. Este centro religioso, poco a poco, y por medio de la suma de posesiones, fue adquiriendo cada vez más poder y sus representantes religiosos eran consultados sobre importantes asuntos de estado. No obstante, el monasterio también ha vivido épocas nefastas que lo han conducido a una progresiva decadencia y a un actual estado lamentable de desmoronamiento. Fue a raíz del proceso desamortizador de Mendizábal en 1835 cuando el monasterio empezó a entrar en un grave periodo de decadencia. Será en esa época cuando se inicie el proceso de saqueo, dispersión y ruina de esta monumental obra, de este monasterio tan relevante como el de la Valldigna, que ha corrido el peligro de desaparecer, con lo cual los valencianos habríamos perdido un puntal básico en nuestra historia, en nuestra evolución como pueblo y una obra arquitectónica de gran valía, que siempre ha formado parte en mayúsculas de nuestro patrimonio histórico-artístico, que es una parte importante dentro del mundo cultural de nuestra nacionalidad que debe amar su tradición y la obra que han venido realizando sus antepasados a lo largo de todas las épocas de la historia. Por todo esto es bien triste asistir a la destrucción de ese pasado, porque las obras maestras y egregias, entre las que destaca el monasterio de Santa Maria de la Valldigna, no son la expresión de un solo hombre, de una sola voluntad: son una partícula de vida que contiene concentradas las inspiraciones de una época, de un pueblo y de varias generaciones. Es por este motivo que los valencianos, con una espléndida cultura, historia y todo un mundo artístico autónomo, hemos de posibilitar, cada cual desde nuestra responsabilidad, que nuestro patrimonio artístico sea tratado con la dignidad que el tiempo y la historia le confieren. No condenemos al olvido la herencia y la tradición. Seamos fieles al pasado, forjadores y artífices del presente y modelos a imitar en un futuro por los valencianos que nos sucederán en el tiempo y en la historia. Consideremos el arte como una fuerza que une y sostiene a la humanidad. Hoy, uno de los monasterios más emblemáticos de la Comunidad Valenciana se encuentra en un deplorable estado. Es cierto que desde 1984 se impulsó un proceso para la recuperación del cenobio cistercense y se han realizado algunas obras de restauración y de consolidación de esta regia construcción. No obstante, todavía queda mucho por hacer y entre todos lo hemos de conseguir, porque la rehabilitación del monumento conduce intrínsecamente a la rehabilitación de su pasado histórico, del cual hemos de sentirnos orgullosos. Que este año de la Valldigna nos conciencie de la necesidad de conservar esta gran obra, digna de ser declarada Patrimonio de la Humanidad, porque si muere este monumento histórico-artístico, morirá una parte muy importante y significativa de nuestra esencia nacional.
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