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Tribuna:DEBATE URBANÍSTICO
Tribuna
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La Alhóndiga, una vez más

Una vez más, en efecto, una nueva propuesta se está fraguando en los despachos del Ayuntamiento de Bilbao. Con discreción, pausadamente, lejos de la parafernalia mística aún reciente del Gran Cubo. Y manteniendo las partes más significativas del edificio, nada que ver, por supuesto, con la actitud de mando en plaza de la ilustre e ínclita alcaldesa que más atrás aún, quiso simplemente borrar del mapa el edificio. ¿Por qué tan calladamente? En efecto, es responsabilidad municipal proponer, buscar alternativas a un edificio tan significativo y que hace lustros gime en decadencia. Pero, después de aquellos sonados fracasos (que más o menos dejaron tocados a los respectivos alcaldes del momento), ¿es que la opinión ciudadana produce miedo, en vez de razonable respeto? Los humanos, al menos si son de Bilbao, aprenden tan rápido que lo que ayer parecía imposible, hablar de la ciudad, de arquitectura, hoy es tertulia habitual en los más reconocidos mentideros de la Villa. Tan intensivo ha sido el curso suministrado a los ciudadanos gratuitamente, línea directa desde la Guggenheim High School of USA. Que se hable no es tan malo, a veces produce incluso resultados positivos, como ese metro, leré, tan elegante, leré, que es conocido allá hasta donde alcancen las músicas de los 5 Bilbaínos, o las redes Internet y el web de nuestro Ayuntamiento, foto del señor alcalde incluido. Arquitecturas de la paradoja. En el país de la tradición, algunos esfuerzos de reciclaje están siendo particularmente duros sin duda, y aceptadas tan solo porque no hay más remedio; o si se prefiere una interpretación más sesuda, porque hoy países y ciudades han de vender para sobrevivir, y de ello surge la necesidad de encontrar imágenes-referencia, un marketing hacia fuera en un mundo sin embargo abierto y transfronterizo. Euskadi no es Japón, Bilbao no es Tokio, pero haciendo válida la broma, hay campo para jugar a similitudes: tradición y modernidad en dos pueblos tan raros. Alhóndiga, Palacio de Deportes, Palacio del Frontón, o un nuevo flan Digno de Usos del Lugar, el nombre puede ser lo de menos. ¿Tanto? Bien lejos de mi intención abrir ninguna polémica con aficionados, pelotaris, o empresarios de la pelota (singular). Una ciudad como Bilbao que está logrando constituirse como alternativa a sí misma y a su pasado industrial, que, si bien con dificultades imperdonables, va reintegrándose en su comarca natural, la ría, ¿solo es capaz de encontrar este uso para el edificio histórico más singular del Ensanche? ¿Necesariamente ha de vaciarse y construirse un cojoparking debajo? La Alhóndiga se construyó en la ola de aquel romanticismo que comenzó a finales del pasado siglo y que intentaba producir una arquitectura propia, en un periodo de crisis con su pasado, en plena revolución industrial. Nuevamente estamos en otra época de renovación brutal, y también cargada de romanticismos varios. Creo que cada uno de los elementos que componen ética y estéticamente la Alhóndiga tienen derecho a conservarse, tanto como cada una de las piedras que componen la catedral de Santiago. Afirmación fuerte, pero dicha sin esos dramatismos o arqueologismos tontos que algunos siguen empeñados en reivindicar, simplemente por hacer daño, o porque el destino les ha jugado la mala pasada de nacer en siglo equivocado. El derecho es un resultado de los hechos, o algo así dicen algunos jurídicos, y la Alhóndiga debiera encontrar su justificación para ser sede de la entrada de Bilbao en el próximo siglo, y en su 700 efemérides, con un uso que permitiera mantener su ski line, el perfil de su contorno, su tipología, esa estructura de hormigón tan vulgar y esas fachadas tan tontitas y tan monas que tras las sucesivas polémicas, quiero pensar, todo Bilbao sabe que las dibujó un tal Ricardo Bastida. El hecho de encontrar el uso, le otorgará el definitivo derecho a su permanencia. Por otros cien años tal vez, sin dramatizar; así es el tiempo. Junto con el edificio matriz de Talleres de Gernika - no casualmente, obra también de Bastida, de 1916- la Alhóndiga es sin duda el mejor edificio industrial, en varias fronteras a la redonda. Y cada cual se invente las que prefiera, en arquitectura sí que da igual, casi desde los romanos para acá. Piscinas olímpicas, frontones, San Mamés, toda una ciudad deportiva de verdad puede tener su sitio en Zorrozaurre, por poner un ejemplo. Va siendo hora de demostrar que en el tan cacareado en su momento Plan General había una idea de ciudad. No solo una suma de cromos con deliciosos chococolorines. Y bueno, Abando-Ensanche puede tener derecho a unas instalaciones deportivas, no lo sé, pero ¿en la Alhóndiga? Con todo respeto hacia quien piensa lo contrario, y hacia quien ha trabajado un proyecto con dignidad indudable, no debiera cometerse ese error, básico, elemental, hacia un edificio que es ya una referencia en la memoria colectiva. Toda alternativa debiera partir de un uso que permita resaltar, ilustrar, lo que el propio edificio es. A estas alturas, debería reconocerse que la Alhóndiga se lo ha ganado. Era función de esta nota proponer una reflexión sobre un edificio en el que ha habido demasiadas alternativas interrupta. Ignoro en que acabará esta próxima. Solo estoy convencido de que Bilbao puede y debe consolidar el atractivo del Guggenheim con otras ofertas, posiblemente no con tanto gancho, pero integradas, sí, en una lógica de ciudad, es decir, ocio, cultura, residencia, servicios, etc. En esa lógica, no entiendo que la Alhóndiga precise de una lobotomía. ¿Romanticismo? Sí, seguir esperando a la sombra de los árboles sin flor de la plaza Arrikibar una mejor alternativa.

Javier A. Muñoz es arquitecto, co-autor de la Guía de Arquitectura y Desarrollo Urbano de Bizkaia

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