Feriantes
E. CERDÁN TATO Van de pueblo en pueblo, llevan los fardos a lomos de un pollino, fuman tabaco de picadura y al final de la jornada montan el tenderete en la plaza mayor, y preparan el género para el despacho de los días siguientes. Se lían en una manta y se tumban al raso, junto a un perro alforjero, con los testículos chapados y un instinto muy jurídico de la propiedad privada. Antes de acomodarse en los pliegues de un sueño sedentario, velan la elocuencia y el regate del chalán. Son gentes de presa, charlatanes, ocurrentes, que glorifican una mercancía pijotera y encandilan al cliente, hasta aniquilarle los sesos en el almirez de su trapacería. Gentes así llegaron a Alicante y no armaron sus carpas a la intemperie, sino en los pabellones de la IFA. Llegaron en automóviles de lujo y zapatos de tafilete; y en lugar de fardos, llevaban sus abarrotes en maletines, con cerraduras de seguridad. Estos feriantes no van por libre: se han organizado en cofradía de zarracatines y han hecho de la Constitución un nuevo Código de Comercio. No vocean encajes, ni ungüentos, ni verduras y frutas, ni embutidos, ni repostería de monjas. Vocean derechos, libertades, igualdades, iniciativas populares, enseñanza y sanidad públicas, y luego lo negocian a un alto precio de votos. Visten de marca, pero se les nota mucho su condición de puesteros, de trujamanes, de mercachifles. Pretenden valorar y explicar su gestión de ventas al frente de lonjas y plazas de abastos, en un ejercicio previo a la nueva campaña comercial, y posteriormente recorren los pueblos y ciudades del país repartiendo el catálogo de sus existencias, hasta Valencia y Castellón. Entre los zarracatines estaban -o debían estar- Álvarez Cascos que, según dicen, tiene trazas de tripero; Eduardo Zaplana, con su apariencia de viajero y viajante de lencería fina; Luis Díaz Alperi y Julio de España, de quienes, por su oronda y saludable imagen, insinúan su probable oficio de mayorista de untazas y mondongos. Y está bien que celebre sus convenciones esta cofradía de mercaderes, pero no bajo el amenazante lema "Más y más por nuestra tierra". Pero, ¿qué les ha hecho esta tierra? Ya estamos servidos y hasta hartos.
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