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Artistas del palustre

Luciano Fernández, de 66 años, volvió ayer a coger el palustre para participar junto a su hermano Antonio, de 57, en el I Concurso Regional de Albañilería de Estepona (Málaga) y alzarse con el primer premio. El mayor de los hermanos se jubiló después de practicar el oficio de la construcción durante 45 años. "En 1973 fui campeón de España de albañilería y el premio me lo entregó Francisco Franco", dice con orgullo Luciano para luego preocuparse por si su efusivo recuerdo pudiera molestar a las autoridades locales, que cree socialistas. Las manos encalladas del veterano albañil tocan el piano con destreza, apuntan sus amigos, que siguieron el concurso. Una quincena de cuadrillas de albañiles tomaron parte en la competición, celebrada a las puertas del pabellón municipal de congresos y que fue seguida por las familias y los compañeros de los concursantes. El promotor de la idea, Alfonso Medel, presidente de la Asociación de Constructores de Estepona, reconoce que en Andalucía "estos concursos no son famosos" y pidió asesoramiento para su organización a la peña malagueña El Palustre. El presupuesto, medio millón de pesetas en premios, lo aportó el Ayuntamiento, y los materiales corrieron a cargo de empresas del sector. Un centenar de allegados y curiosos siguió las tres horas y media de trabajo de obra desde las vallas que les separaban de los concursantes. La organización atrajo a participantes de Málaga, Cádiz y Sevilla. Éstos, según el presidente de los constructores locales, dejaron en evidencia su falta de costumbre de trabajar con muchas miradas puestas en su tarea, para admitir que los concursantes pasan tantos nervios como si de un certamen de belleza se tratara. La construcción a realizar fue guardada en secreto por la organización hasta la hora de empezar el concurso; entonces se repartieron los planos de un arco con columnas de ladrillo visto, acabado en una sinuosa cúpula. Las bases del concurso señalaban que la competición tenía como objetivo "estimular a los profesionales de la construcción en los conocimientos técnicos del oficio y en su habilidad en el replanteo y trazado". Cuando faltaban pocos minutos para terminar el concurso, un albañil del equipo número 11 dio la razón al pronóstico de Medel, los nervios le traicionaron cuando vio con impotencia cómo la cúpula de su obra se caía por los suelos y acabó dándole patadas a los ladrillos. No fue el único que sufrió este accidente; a otros concursantes el arco también se les desplomó a la hora de dejarlo libre de apoyo. Luciano y Antonio, con más de 40 concursos a sus espaldas, achacaban a la mala suerte el que media construcción del certamen acabara por los suelos. No por nada los veteranos concursantes se alzaron en 13 ocasiones con el primer premio de algún certamen de albañilería, amén de varios segundos y terceros puestos. Para los hermanos, que reparten sus vidas y trabajos entre Fuengirola y Plasencia (Cáceres), los certámenes se ganan a fuerza de habilidad. El jurado, formado por técnicos de la construcción, valoraba detenidamente las obras terminadas a tiempo para medir los centímetros, en la mayoría de los casos, y milímetros, en los menos, en que los albañiles habían variado las medidas solicitadas. Después de media hora de deliberaciones, el presentador, emulando la entrega del Oscar, daba a conocer los nombres de los equipos que tuvieron que conformarse con los premios de consolación: diploma y 10.000 pesetas. El primer premio estaba dotado con 200.000 pesetas. Los ganadores se abrazaban a las puertas del pabellón municipal en una tarde calurosa y bajo los acordes de una rumba.

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