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REFERÉNDUM EN IRLANDA

Un acuerdo, dos interpretaciones

Berna González Harbour

Ha sido tan complicado ajustar el Acuerdo de Stormont, intentando colmar a cada bando con sus exigencias, que éstas se solapan y se da la siguiente paradoja: el Sinn Fein y los partidos católicos lo presentan como el embrión de unidad con la República de Irlanda, mientras que los protestantes lo venden como un nudo entre Irlanda del Norte y el Reino Unido que nadie podrá desatar.De eso se han valido los unionistas radicales para denostar un pacto que, como todos recalcan, aún no es un acuerdo de paz. Quedan muchos flecos por atar. Éstos son los grandes asuntos de la discordia, los capítulos que no han quedado cerrados:

» El desarme . Ya que el acuerdo no fue alcanzado por grupos armados, sino por partidos políticos, y ya que en él no se considera el desarme como paso previo, los unionistas radicales creen que la entrega de armas no está asegurada. Los partidos se comprometieron en Stormont a «impulsar» el desarme total. Y ahora, cuando a Gerry Adams se le pregunta cuándo habrá entrega de las armas, él responde: «Yo todos los días veo a las tropas británicas armadas paseando por mi tierra». Es decir, cuando se hable de desarme del IRA, también se tendrá que hablar de desmilitarización. Y por ahí no pasan los unionistas.

» Liberación de presos . La puesta en libertad de los cuatro de Balcombe Street, que obtuvieron un permiso especial para acudir a la conferencia del Sinn Fein a principios de este mes en Dublín, causó el terror entre los unionistas y se convirtió en la mayor joya electoral para el unionista radical Ian Paisley. Ver a los terroristas en la calle, aplaudidos como héroes en sus filas, llegó a hundir el voto del sí entre los unionistas . Los unionistas no quieren amnistía. El Gobierno ha asegurado que sólo liberará a aquellos miembros de grupos paramilitares que mantengan el alto el fuego.

» La reforma de la policía . Los 13.000 agentes del Royal Ulster Constabulary (RUC), la policía armada de Irlanda del Norte, son, junto al futuro de los presos, el asunto más citado en las encuestas como elemento de tensión entre unos y otros. Especializada en la persecución del terrorismo, denunciada por múltiples casos de torturas y muertes, los católicos quieren su disolución. Los unionistas no aceptan vivir sin ella, pues es el cuerpo que les protege cada día ante el muro que parte Belfast en dos. Chris Patten, ex gobernador en Hong Kong y jefe de la comisión para la reforma del RUC, deberá presentar en verano de 1999 un proyecto de reforma que la transforme en una policía convencional, desarmada y preparada para la delincuencia, no para la política. Los portavoces del RUC, por su parte, no quieren hablar.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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