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REFERÉNDUM EN IRLANDA

Los sondeos a pie de urna avanzan un respaldo mayoritario al "sí" en ambos lados de la isla

Berna González Harbour

Hacía 80 años que los irlandeses de toda la isla no acudían juntos a votar, y ayer celebraron esta cita histórica con una participación masiva. Según un sondeo a pie de urna realizado por la radiotelevisión pública irlandesa, un 95% de los votantes de la República de Irlanda y entre un 70% y un 75% de los de Irlanda del Norte respaldaron el acuerdo de paz de Stormont, un pacto que sienta las bases de una futura unidad embrionaria entre ambos lados de la isla y que se ha considerado como el punto de partida para conseguir la paz en esta azotada provincia británica.

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El voto protestante del Ulster se dividió al 50% entre los favorables y los contrarios al acuerdo, según el sondeo que, a falta de datos oficiales, los analistas recibieron con cautela. Entre los católicos de la provincia británica el apoyo habría sido del 99%. La encuesta, realizada a las siete de la tarde (tres horas antes del cierre de las urnas), tiene un margen de error del 3%, según sus autores. Pero con las urnas selladas y bajo custodia, habrá que esperar al recuento de los votos hoy.Durante todo el día, en los barrios católicos del Ulster bullió la alegría, el optimismo, y una fe absoluta en la victoria arrolladora del sí. En los barrios unionistas aún chocaban los sigilosos partidarios del sí con los más vociferantes partidarios del no. Ni siquiera los más ancianos recordaban la emblemática fecha de 1918, cuando los irlandeses de toda la isla celebraron unas elecciones generales antes de la partición.

Ayer acudieron juntos a las urnas para votar un difícil acuerdo de 67 folios que la mayoría resume así: la creación de un consejo interfronterizo irlandés y de una asamblea autónoma para Irlanda del Norte, por un lado, y por otro y sobre todo, la paz.

En Irlanda del Norte la campaña ha estado llena de entusiasmo, de sorpresa, pero también de amargura. Los grupos unionistas, convertidos en la piña moral que cohesiona a los probritánicos del Ulster, han visto hacerse añicos la tradición cuando sus líderes se han situado en flancos impensables tan sólo semanas atrás: David Trimble, el líder unionista moderado, ha compartido bando con el temible Gerry Adams, líder del Sinn Fein, y con John Hume, líder socialdemócrata republicano, para defender el sí. Y el unionista radical Ian Paisley ha hecho pareja ideológica con las escisiones más sanguinarias del IRA, el CIRA o el INLA, en campaña por el no.

Aunque los unionistas (53% de la población) estaban divididos, y las últimas encuestas del jueves aún reflejaban una victoria del no en sus filas (43%, frente a 40% de síes), el peso de la población católica (47%), que iba a votar sí en un 96%, hacía prever un vuelco hacia el sí que situara el resultado favorable entre el 65% y el 75%, algo impensable décadas atrás.

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«Hoy es un día histórico. No es el final del proceso. Es sólo el comienzo de un camino hacia adelante en el que la obstinación debe quedar atrás», declaró un flamante Adams en el colegio electoral del Niño Sagrado, en su feudo católico de Falls Road.

A 60 kilómetros de Belfast, en Portadown, plaza unionista azotada por el terrorismo de ambos bandos, la tensión se cortaba a cuchillo. Familias enteras de católicos acudían a votar en masa mientras ondeaban en el aire sus banderas irlandesas por la reunificación. En los colegios electorales les esperaban los odiados agentes del Royal Ulster Constabulary (la policía armada británica), que seguían desde los rincones, callados y distantes, la marcha de la votación. «Somos ciudadanos de segunda», decía un joven católico. «Y ahora se les va a acabar».

Otro aire tenían los agentes que vigilaban los colegios de los barrios unionistas, que saludaban por su nombre a los votantes y que se erigían en el centro de los corrillos para comentar. «Ya sabes lo que he hecho ahí adentro», decía riendo un votante unionista al agente policial. «Justo lo que tenía que hacer». O sea, votar no. A la puerta del colegio, los militantes del partido de Paisley seguían repartiendo propaganda por el no ante la mirada complaciente de la policía.

En el centro de la ciudad, un puñado de albañiles reconstruían con aire rutinario varios comercios dañados por una bomba reciente. Es aquí, en Portadown, donde los unionistas de la orden de Orange desafían cada verano a los católicos en un desfile que rara vez termina en paz.

A Jim, católico de 35 años, le siguen cuatro chavales de 12, 10, 9 y 8 años en su camino a las urnas. A Ann le acompañan dos de sus tres hijas. Las abuelas siempre llevan un puñado de nietos detrás. Y ésa es la fuerza de los católicos, que en ocho décadas han pasado de ser un tercio de la población a casi la mitad, y que esperan ser mayoría en diez años ante el menor índice de natalidad entre los unionistas. Por eso Gerry Adams reiteró ayer que, sea cual sea el resultado (un dato que hace temblar a Trimble, que aspira a un 70% total para demostrar que tiene la mayoría del apoyo unionista) la mayoría sigue siendo eso: 50% más uno.

A las diez de la noche (once en la península), se cerraron todos los colegios y se colocaron dobles sellos en las urnas de Irlanda del Norte. Los votos han dormido, así, bajo la vigilancia de la policía (y de los recelosos hombres de Paisley), en el Kings Hall de Belfast. Hoy se contarán.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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