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Puro amor al cuerpo

En Zagra, un pequeño pueblo granadino de 1.200 habitantes a 70 kilómetros de la capital, un guardia civil vale siete millones de pesetas. O 50.000 pesetas por familia. Eso es, al menos, lo que les ha costado a los vecinos de la localidad construir, con sus propios fondos, una nueva casa-cuartel para evitar que la Guardia Civil se marchara. Una casa-cuartel que, tras dos años de trabajos voluntarios y donativos populares, ayer inauguró el director general del instituto armado, Santiago López Valdivielso. Lo de Zagra es puro amor al cuerpo. "Me siento orgulloso de mi gente y de mi tierra", decía el alcalde, el popular José León, ante el flamante edificio, el más grande del pueblo. "Aquí todo el mundo ha hecho aportaciones. Quien tenía dinero, lo daba. Otros han dado su pensión. Y quien no tenía, trabajaba voluntario. Ya tenemos casa-cuartel". Todo comenzó cuando, a finales de 1996, la Guardia Civil de Zagra informó que el puesto iba a desmantelarse a causa de la política del Gobierno de reducir gastos e ir cerrando casas-cuarteles. La localidad se puso en pie de guerra. Irse la Guardia Civil, nunca. No después de casi 100 años de presencia en Zagra. Una comisión se desplazó a Madrid, donde les dijeron que no había dinero para reparar la casa-cuartel, que ya estaba en ruinas. "Fue como Fuenteobejuna", recuerda José León. En una asamblea general convocada en la plaza, partidos políticos y vecinos decidieron, por unanimidad, ser ellos quienes sufragaran los gastos para la construcción de una nueva casa-cuartel. Se abrió una cuenta corriente. Una semana después ya se habían recaudado 5 millones de pesetas. Los fondos del PER de dos años se destinaron exclusivamente a la obra. En esos dos años llegaron a los 50 millones necesarios. Durante ese tiempo, para evitar que los siete agentes del puesto se marcharan, los vecinos los han tenido alojados gratuitamente en sus casas. El sueño se hizo realidad cuando, a las doce en punto, un helicóptero con el director general de la Guardia Civil sobrevolaba el señorío. La plaza, llena de banderas de España, y con toda una compañía de guardias civiles procedentes de Sevilla, Granada y hasta de Extremadura, estaba a rebosar. "Esto es un ejemplo para todos", no cesaba de repetir López Valdivielso. "Un ejemplo que hoy ha dado sus frutos". La verdad es que ayer sólo faltaba que las calles estuviesen en blanco y negro para que la escena pareciera como recién sacada del No-Do. Revista a la tropa, aplausos y vítores al director general, corte de la cinta inaugural, condecoración al alcalde con la medalla de plata al mérito de la Guardia Civil, alusiones a hazañas de la guerra civil y hasta la lectura de un poema que decía: "Tus cuarteles son reducto/ de amor a la España eterna/ donde al valor se hace culto/ y a los caídos se reza". Al margen de la rancia ceremonia, los vecinos de Zagra mostraron que su relación con el instituto armado es sincera e inmejorable. "Ahora se ha puesto en marcha la idea de la policía de proximidad", comentaba López Valdivielso. "Si echamos la vista atrás, veremos que fue el Duque de Ahumada quien ideó esa policía de proximidad al crear cuarteles en cada pueblo. Y eso Zagra ha sabido entenderlo". El problema que ahora se plantea, ante la actitud pionera de Zagra, es qué sucederá con aquellos pueblos que no puedan costear de su bolsillo una casa-cuartel. "Desde el punto de vista operativo", explicaba el director general, "podríamos cerrar el 30% de los cuarteles. Pero los ciudadanos no quieren. Mantener los cuarteles abiertos supone un coste que, si nos ayudan los ciudadanos, podremos cumplir".

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