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Trilingüismo

JOSÉ RAMÓN GINER ¡Qué hombre tan extraordinario para entretener a los valencianos, este don Eduardo Zaplana! ¡Cómo ha sabido hacerse un hueco en esa tradición tan nuestra de los fuegos de artificio, y cómo ha contagiado su pasión a los señores consellers! Fascina verlos construir esos impresionantes castillos de pirotecnia verbal que después harán las delicias de sus gobernados. ¡Qué gracia, qué don para embobar! Con el tiempo, don Eduardo ha alcanzado en esta habilidad una enorme perfección y un grado de refinamiento notabilísimo. En algún caso, los resultados han sido tan brillantes que la función sigue representándose una y otra vez, con idéntica frescura al primer día. Concretamente, en Alicante, los espectáculos Ciudad de la luz y Rehabilitación del Casco Antiguo han tenido una aceptación formidable, al punto que se reponen de continuo, provocando sobre los ciudadanos siempre el mismo efecto hipnótico y maravilloso. Últimamente, a Ciudad de la luz don Eduardo le ha añadido unas gotas de suspense, logrado mediante la alternativa aparición y desaparición del proyecto. Un truco que tiene intrigados a los alicantinos. Ahora mismo, está prevista una nueva representación para finales de mayo. ¿No es mérito que tres años después del anuncio de su construcción aún no sepamos si esta ciudad es realidad o capricho de nuestra imaginación, pero no hagamos más que hablar de ella? Y es que este don Eduardo es un mago. En cuanto a Rehabilitación del Casco Antiguo, repuesta innumerables veces y convertida en un clásico de la pirotecnia gubernamental, ¿qué les podría yo contar? Solamente con las informaciones publicadas por este diario, tendrían ustedes material sobrado para escribir una novela de corte bizantino, sin que faltara esa pizca de misterio siempre necesaria para avivar el ánimo del lector. ¿Dónde están los millones de la subvención? ¿Llegarán a tiempo las ayudas, antes que el casco antiguo se venga abajo? De las funciones estrenadas últimamente por el Gobierno valenciano, destacaría la ofrecida hace unos días por el conseller Camps, ese hombre afable y gris que ha sido escogido por don Eduardo Zaplana para dinamitar la enseñanza pública. Una tarea a la que, todo hay que decirlo, se ha dedicado con ejemplar entusiasmo, y de la que está recogiendo los primeros frutos. Días atrás, como digo, el conseller Camps reunió a la prensa para anunciar a los valencianos una noticia tan extraordinaria como es la implantación del trilingüismo en nuestras escuelas, el próximo curso. ¡El trilingüismo, nada menos! A mí me parece que hay que tener un arte considerable para decir estas cosas y decirlas de una manera verosímil. Sobre todo, en medio de la tempestad que agita ahora mismo a la enseñanza pública. Porque, abre usted el periódico cualquier mañana y se encuentra que, desde Vinaroz a Guardamar, no hay instituto o colegio que no ande en pie de guerra. Estudiantes obligados a dar sus clases en barracones, escuelas donde se caen las ventanas, gimnasios que no funcionan o donde hay que cerrar los vestuarios por falta de higiene, dobles turnos, centros que no se construyen, promesas incumplidas, padres que anuncian manifestaciones y encierros... En fin, qué les voy a contar. Pues bien, que en este panorama el conseller Camps anuncie la implantación del trilingüismo y que lo haga sin pestañear es, sin duda, un espectáculo muy notable, que revela a un consumado artista de la pirotecnia verbal, a la altura de la tradición consagrada por don Eduardo Zaplana. ¡Qué gente tan estupenda!

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