El G-8 y la crisis asiática
Un país asiático de 200 millones de habitantes está en el umbral de un violento cambio de régimen, con una creciente y enconada tensión racial y con un probable incumplimiento del pago de los más de 100.000 millones de dólares de su deuda. Otros dos países asiáticos, India y Pakistán, permiten que su mutuo odio visceral les lleve a burlar las reglas internacionales sobre pruebas nucleares. (...) Esto puede atraer la atención de los dirigentes reunidos en la cumbre del Grupo de los Ocho, que este año se celebra en Birmingham. Pero no se celebran estas reuniones para discutir durante 24 horas sobre ninguna iniciativa en particular. Las cumbres no están concebidas como conferencias internacionales en las que ponerse rápidamente de acuerdo sobre este tipo de valientes iniciativas. Son demasiado breves, pero pueden constituir un foro en el que empezar a buscar el consenso internacional. Esa era la forma en que fueron concebidas originalmente y es la única ventaja de reunir a los jefes de Estado de los ocho países más poderosos del mundo. El primer paso valiente habría sido reconocer que la tremenda incapacidad de Occidente para anticiparse al curso de los acontecimientos en Asia no es casual, sino que deriva de la creencia en que un determinado tipo de capitalismo, y con él un conjunto de relaciones internacionales pacíficas, es hoy indiscutiblemente la única manera de organizar la economía y la sociedad. 17 de mayo
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