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La amenaza terrorista

Cada asesinato de ETA aumenta la rabia y la sensación de impotencia de la sociedad española en general y de la vasca en particular. Cada muerte violenta reabre el debate sobre la unidad de las fuerzas políticas, sobre su incapacidad para representar el sentir de los ciudadanos que salen a las calles. ¿Cómo es posible el desacuerdo entre los representantes demócratas de los ciudadanos? Parece la pregunta sin respuesta que sigue a los funerales, más allá de las habituales declaraciones de condena y condolencia, o de las subidas de tono arrastrados por la emoción, cuando no por la proximidad de elecciones.Desprestigio de la política y de los que la ejercen. Desesperanza de los ciudadanos que desprecian los electoralismos de vía estrecha ante la amenaza del terror. Uso de la violencia para echarse en cara unos a otros la falta de unidad. A pesar de la debilidad de ETA, los terroristas están ganando su criminal batalla. Los votos y las razones les importa poco. Su estrategia no es conseguir una mayoría de voluntades sino aterrorizar a la mayoría para someterlas.

Mantenemos un debate absurdo que les hace el juego de manera dramática. No hemos aprendido nada del sufrimiento, de la experiencia de tantos años ni del sacrificio de tanta gente. A veces una frase que se escapa en un momento crucial refleja más lo que piensan los políticos que los discursos preparados para impactar a la opinión y recoger votos. ¿Recuerdan lo que dijo Iturgaiz hace meses?: "Nos están matando como a gorriones". Ésa es la verdad, también la de las Fuerzas de Seguridad, la de las gentes sencillas, la de todos los que se sienten amenazados. El partido socialista ha dado un paso adelante para intentar que la confusión acabe y que ordenemos las ideas en un frente de defensa del Estado Democrático, que tiene vocación de consenso, pero que no debe frustrarse si algunos grupos no lo comparten. Su valor es contribuir a sacarnos de un debate confuso, cargado de oportunismo, que pasa de la amenaza a la oferta de generosidad, y marcar una línea clara, que conduzca a los violentos y a los que los utilizan o se aprovechan de ellos a perder la esperanza de obtener ventaja alguna, ni personal ni política, con lo que hacen. Ese es el verdadero principio del fin de la violencia.

Hace tiempo que insisto, con poca fortuna, en una línea de razonamiento que me parece tan lógica, tan elemental, que sólo la ofuscación que produce el terror impide verla a la gente de buena fe. Para los que practican el terror no hay diferencia alguna entre los que dicen que están dispuestos a dialogar, incluso si continúan los asesinatos, las extorsiones o los secuestros y los que dicen que si dejan de matar todo será posible, el diálogo se abrirá sin restricciones y con generosidad. Estos desalmados perciben ambos mensajes como lo que son: una oferta de impunidad para sus crímenes (oferta que ellos administran) y un reconocimiento de legitimidad política de los "supuestos motivos de su lucha". Por eso es un debate falso entre demócratas. Un debate sin salida. Por eso vi con esperanza el nacimiento del Foro Ermua, que introducía claridad y determinación en la orientación de la lucha por la paz.

Imaginen ustedes que en los próximos meses, cerca de las elecciones vascas, deciden unilateralmente o de forma acordada con los que ellos quieran, una "tregua" de dos o tres meses. Veremos cómo los defensores del diálogo ya, colocan la pelota en el tejado del Gobierno, diciendo que su estrategia es válida y que el Gobierno tiene que responder. Como no hay respuesta posible políticamente, o, mejor dicho, sólo se les puede ofrecer lo que a los demás ciudadanos de Euskadi y de toda España, a continuación los terroristas recargarán sus armas y los cínicos de HB dirán que la culpa es del Gobierno, porque ellos y ETA ya lo han intentado. Por desgracia, no serán los únicos que lo digan. A unos y otros, defensores de una oferta de diálogo, antes, durante o después de que dejen de matar, cabría hacerles una sola pregunta. ¿Qué podremos ofrecerles a cambio de dejarlo? ¿Podemos darles algo que no les damos a los que no matan? ¿Sus armas pesan más que las voluntades libres? Los demás usamos la palabra y la razón y ellos tienen las palabras y las armas para matar a los que no están de acuerdo.

Algunos menosprecian que digamos que el Estado Democrático no puede ceder al chantaje, porque interpretan de manera torticera la Razón de Estado. Pero hay algo profundo e insalvable si queremos vivir en libertad: el único instrumento legítimo es la palabra y la única manera de obtener algo es mediante el voto, mediante la voluntad de los ciudadanos, expresada con libertad.

¿Podemos ofrecerles esto, como han hecho en el Ulster? Claro que sí. El problema es que ya lo hicimos hace 20 años. No a ellos solamente, sino a todos por igual, llegando mucho más lejos en las instituciones representativas de la identidad vasca que lo acordado en Irlanda del Norte. El problema es que los terroristas no quieren convencer, sino vencer por la violencia y el miedo, como los nazis y los totalitarios de toda laya.

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No hacen falta propuestas para endurecer las leyes, como tantas veces, demagógicamente, hemos oído en el pasado. No hace falta tampoco cambiar las leyes para que quepan los terroristas, abriéndoles un hueco para premiar sus crímenes. No estoy a favor de lo primero, por inútil, ni de lo segundo porque no someto mi libertad al terror, legitimando cualquier forma de violencia pasada o futura cuando se vive en democracia.

La democracia lo ha intentado todo. Amnistía con el Gobierno de Suárez, pensando en borrar el pasado, imaginando que el terrorismo era una respuesta a la dictadura, y no una apuesta por la dictadura de un nacionalismo totalitario y excluyente. Negociación con el Gobierno Calvo Sotelo. Diálogo con mi Gobierno, durante las conversaciones de Argel y nuevo intento en el 93. Indultos siempre a los que abandonaban, siguiendo el espíritu de la Constitución. Durante 20 años de esfuerzos democráticos. Durante una década de Pacto de Ajuria Enea, con su artículo 10 incluido, que también han interpretado como oferta de impunidad, olvidando ellos y otros su artículo 1.

¿Podemos estar de acuerdo ya en que no les vamos a dar ninguna ventaja política por aterrorizar? Tienen todo lo que los demás ciudadanos vascos tienen. Además matan. ¿Cabe premiarlos por ello? Es muy importante que estemos de acuerdo los demócratas, pero no lo es menos en qué tenemos que estar de acuerdo. Ardanza sabe que una etapa está agotada. Tiene razón, pero su propuesta va, a mi juicio, en la dirección equivocada, no respeta el espíritu y la letra que hizo posible el Pacto. Merece una respuesta a su esfuerzo, desde el respeto pero también desde la experiencia que hemos compartido con ellos, para conseguir objetivos que compartimos todos los demócratas.

Algunos hablan de guerra, incluso los de HB responden con cinismo, en tono de amenaza, que las declaraciones inoportunas del Sr. Aznar en Vitoria son una declaración de guerra. ¡Es increíble! La única guerra declarada es la de los violentos. La democracia sólo les ha declarado la paz. No hay guerra porque no hay muertes más que de una parte. Es también la diferencia, entre muchas, con el Ulster. Aquí una parte mata, la otra muere. Extraña guerra ésta. Ellos no han aceptado la oferta de paz del Estado Democrático ni con la amnistía ni con los indultos. Al contrario, matan también a algunos de los que aceptan la paz y se reinsertan, como Yoyes y algunos más.

Hay quienes hablan de la autodeterminación del País Vasco como solución. La autodeterminación es uno de los derechos interpretables, mientras que el derecho a la vida no lo es en nuestra Constitución y en la convicción de muchos demócratas. Para mí la autodeterminación es un derecho de todos los españoles y no cambiaré mi opinión a tiros. Respeto a los que piensan de otra forma, salvo a los que matan, que dicen querer la autodeterminación y no respetan un derecho fundamental: el derecho a vivir. Los respeto pero no comparto su idea de la autodeterminación. Si tienen votos para cambiar las reglas no hay puertas que cerrar. Si no los tienen, que acepten la voluntad de la mayoría o que no se llamen demócratas. Para mí la integridad territorial de España no está en juego y la defiendo democráticamente. Si alguien no es de la misma opinión, que defienda la suya democráticamente o que acepte las consecuencias de romper el juego de la palabra y el voto.

La autodeterminación la ejercimos hace 20 años para marcar las reglas del juego de todos a través de una Constitución capaz de recoger la identidad plural de España. La continuamos ejerciendo en cada proceso electoral, general o autonómico, optando por los programas e ideas que más nos gustan o convienen. De nuevo lo harán en el País Vasco en octubre, para decidir quienes les gobiernan, quienes representan mejor lo que son y sus aspiraciones. Los que no estén de acuerdo con las competencias del Estatuto, en más o en menos, que lo cambien mediante las urnas. Los que quieran modificar la Constitución, porque no les parezca suficiente o por lo contrario, que intenten cambiarla democráticamente, con las propias reglas de modificación que la misma establece, porque somos muchos los que no cedemos a la fuerza, ni permitiremos que decidan por nosotros.

Los que brindan con champán en las cárceles, tras la muerte de ciudadanos a manos de ETA, lo hacen porque sienten que tienen la llave para salir, no sólo porque sean unos asesinos sin piedad. Interpretan que las ofertas de diálogo, como mínimo, significan que cuando quieran, cuando decidan parar de acumular muertos inocentes, se abrirán ellos mismos las puertas de la prisión. El chantaje está ganando, a pesar del inmenso sacrificio de las Fuerzas de Seguridad y de muchos ciudadanos en el País Vasco y en toda España.

Los demócratas, los que queremos vivir en paz y en libertad, los que creemos que el Estado Democrático es la garantía para ello, tenemos el deber de recuperar la llave. Una vez más lo reitero. Nuestra esperanza es que pierdan toda esperanza de sacar algo de sus crímenes. Ésta es nuestra oferta de paz. No repitamos nunca más "cuando dejen de matar..". Que pierdan toda esperanza los que matan.

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