Novela colectiva de 11 escritores, un pintor, un editor y un librero
"Esta vez la alcaldesa ha ido demasiado lejos". La frase, en boca de un policía municipal que investiga un presunto escándalo de tráfico de órganos cierra el penúltimo capítulo de la novela El nadador: un experimento donde 11 manos diferentes han ido construyendo la historia del emigrante marroquí Karim como una espiral de intrigas delirantes que ha tenido un padre por capítulo: Justo Navarro, Antonio Soler, José Garriga, Félix Bayón, Rafael Pérez Estrada, Guillermo Busutil, Alfredo Taján, Francisco Fortuny, José Antonio Mesa, Juan Campos Reina, Juan Manuel Villalba.
"Sin la filosofía tan mediterránea de integración y tolerancia que da la ciudad y tienen los elegidos, no se habría podido jugar", asume Juan Manuel Cruz, propietario de de la librería malagueña Rayuela, impulsor de un proyecto cuyos beneficios de ventas irán destinados a la ONG Málaga Acoge. Cruz propuso en la primavera de 1997 a 11 escritores malagueños participar en el relato de una historia donde cada uno escribiría un capítulo, conociendo exclusivamente lo que habían hecho sus compañeros anteriores. Los éxitos y premios de la Quinta literaria del Boquerón avalaban la empresa. Cruz, que encargó al pintor Entrenador y equipo Paco Aguilar las ilustraciones, acepta los símiles futbolísticos. "El mérito es del equipo, de los escritores", dice en plan entrenador. "Pero, en todo caso, como Bobby Robson, que se limitaba a dejar que los jugadores sacaran su talento", explica. Recién puesto el punto final, la novela será presentada en Málaga por Carmen Calvo el 27 de mayo antes de la Feria del Libro. A Francisco Arguelles le entusiasma que su editorial Arguval reúna en un librito de 95 páginas por 700 pesetas "a la flor y nata" de nuestra literatura". "Lo de Málaga es inusual, este buen rollo entre escritores, libreros y editores en Madrid no te lo encuentras", afirma. "Partiendo de programas estéticos diferentes e independientes, sin tener conciencia de grupo, somos gente que nos gusta reunirnos, por eso creo que ha salido esto, más que nada un ejercicio de amistad" avala Justo Navarro. Bayón corrobora esa tesis: "Nos ayudamos mucho, nos buscamos editoriales y presentamos agentes literarios; cada vez que otro gana un premio yo me alegro como si ganase el equipo de fútbol mi pueblo". Este ambiente no ha evitado que se hayan hecho "putadas" a la hora de dejarle el relato en suspenso al siguiente. "¿Qué vas a hacerle al moro?" ha sido pregunta habitual entre los autores. También se han dedicado chistes privados. Así Taján describió a una abogada leyendo a pie de piscina el gran poemario de Justo Navarro Los nadadores, mientras escuchaba a Brian Ferry, cantante fetiche de ambos. El lector, en cualquier caso deberá descubrir quién ha escrito cada capítulo. La idea de Bayón de sortear un jamón entre quienes lo acertaran no prosperó, sospecha, "por falta de seriedad o de presupuesto". Todos coinciden en el autor más identificable: Rafael Pérez Estrada. "Si el estilo es el hombre, es cierto que el ego quiere dejar siempre su señal", asume él mismo. El autor de Siete elegías mediterráneas valora el resultado como "una novela divertida y moderna, hija de la imaginación prodigiosa que alienta esta ciudad, y que recupera una tradición de las vanguardias históricas yendo más allá del cadáver exquisito surrealista que se aplicaba sólo a la poesía y el dibujo". Taján abunda en esta idea y defiende que "está bien escrita" para señalar el valor de "este experimento original que nos ha obligado a permeabilizar lenguajes en función de un objetivo colectivo". El barcelonés Garriga Vela fue el encargado de revisar la novela final, y aunque algunos como el poeta José Mesa creen que no pasarán a la historia de la literatura por El nadador, el autor de Muntaner, 38 la defiende con un dato: "No tuve que cambiar una sola coma".
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