El aprendiz de estadista
"Comunidad se hace aquí y se hace fuera". Eduardo Zaplana parece tener cierta pasión por los aviones y se desenvuelve con elegante naturalidad en los compartimentos de primera clase. Su predecesor en el cargo no era amante de las largas travesías y llegó a suspender algún viaje porque se encontraba incómodo en la sala VIP del aeropuerto, pero Zaplana tiene un don innato para superar los cambios de horario y las horas de vuelo no afectan a su frenética actividad. La agenda internacional del presidente de la Generalitat ha ido cobrando cuerpo con el paso del tiempo, desde un primer semestre tranquilo hasta un trepidante arranque del año en curso. Zaplana, que alberga las más altas aspiraciones políticas, todavía no ha llegado al nivel de sus colegas Manuel Fraga, presidente de la Xunta de Galicia, o Jordi Pujol, máximo responsable de la Generalitat de Catalunya desde hace 19 años. Pero ha optado por emular su condición de estadistas de baratillo por el bien de los valencianos y de su propia promoción personal. Fraga se lleva la palma. Las intrigas gallegas parecen aburrir al ex ministro franquista y ex presidente nacional de Alianza Popular que añora su época de embajador y gusta de afrontar destinos conflictivos, como Cuba -mucho antes que el Papa- o Libia, este mismo mes. Pujol exporta la nación catalana a razón de un viaje cada diez días como media. Después de Brasil, Pujol ha visitado Edimburgo, Paris, Estocolmo y Roma en sólo un mes, un ritmo que acompasa su agenda desde su acceso al poder. Zaplana inició su andadura internacional de forma discreta, pero olvidó pronto las acaloradas denuncias que se formulaban desde los bancos de la oposición parlamentaria cada vez que Joan Lerma se acercaba a una terminal de aeropuerto. En febrero de 1996 viajó a Londres a caballo entre la promoción comercial y turística y la pleitesía hacia la fundación Cañada Blanch, que preside su amigo y notario Carlos Pascual de Miguel. El presidente hizo una breve visita a los campeonatos de Europa de Atletismo celebrados en Estocolmo, en marzo, donde suplantó a Rita Barberá en el rito de entrega de la bandera de los campeonatos para significar el relevo de Valencia, una ceremonia que siempre representan los alcaldes. La visita a las latitudes nórdicas le permitió aclimatarse para su posterior viaje, en julio, a Finlandia, donde fue requerido como presidente de la comisión de transportes del Comité de Regiones (CdR) de la Unión Europea, una de las oportunidades que mejor ha sabido capitalizar en su vertiente de dirigente internacional. Zaplana aprovechó el mismo billete para posar en París, al día siguiente, junto a Federico Mayor Zaragoza, director de la Unesco, y acordar la celebración en Valencia de un foro universitario en torno a la protección del patrimonio. La obsesión por el lanzamiento universal de la ciudad de Benidorm, donde inició su andadura política, fue el motivo del primer viaje del presidente después del verano de 1996, aquella época feliz en la que los populares vivían en estado de gracia, en palabras del propio Zaplana. Benidorm constituye un auténtico parque temático en sí mismo, pero el ex alcalde se decidió a distorsionar la realidad e invitó a todos los grandes del sector del ocio a invertir en su ciudad de adopción. Pero los tiempos de las grandes marcas estadounidenses del sector no coinciden con los ritmos políticos y Terra Mítica nació, a principios de este año, sin el paraguas de ninguna gran marca privada. Argentina y Chile cerraron el periplo de 1996. Zaplana aprovechó un viaje empresarial organizado por el Ivex para dar fuste institucional a una misión comercial. En Buenos Aires se firmaron convenios para otorgar garantías jurídicas a los contratos privados y se puso una finca en el incipiente Mercosur, una zona de libre comercio dibujada sobre territorio suramericano. Zaplana se entrevistó, entre otros, con el peronista Eduardo Duhalde, gobernador de la provincia de Buenos Aires, considerado entonces uno de los valores políticos en alza en Argentina, al menos hasta que su mujer, Ilda Chiche Duhalde, fue derrotada en las legislativas del departamento correspondiente a la capital por la izquierdista Graciela Fernández Meijide, hace seis meses. Una breve visita a Santiago de Chile, con la vista puesta en el mercado de la zona que abarca el Tratado de Libre Comercio, que también incluye a Canadá, Estados Unidos y México, cerró la expedición a los dos países más merdionales de América. El presidente tardó en arrancar en 1997. La inauguración de la tienda de Lladró en la ciudad de Los Ángeles, en la costa occidental de Estados Unidos, dio pie al primer viaje del año, entrado el mes de marzo. Dos viajes de índole cultural, a la ciudad belga de Brujas, en abril, y la eterna Roma, en mayo, anticiparon la cumbre de las regiones y ciudades, inaugurada el 14 de mayo en Amsterdam, donde Zaplana empezó a ganar presencia como dirigente regional de proyección europea. El presidente se inspiró en los conflictos con los transportistas franceses para forzar, en junio, una resolución del CdR que cantó las bondades del libre comercio y el obstáculo que suponen para el mercado algunas actitudes sindicales. La iniciativa fue un éxito que sólo tropezó con el resquemor de algún representante francés y resultó aclamada por el pleno del organismo de representación regional de la UE. En junio se inauguró la Agencia Valenciana de Turismo en Moscú, una visita en la que Zaplana intercambió impresiones con responsables bancarios rusos para intentar controlar el flujo de capitales de dudosa procedencia hacia la Comunidad Valenciana. La vinculación valenciana con la prefectura japonesa de Mie, abierta por sus predecesores socialistas, y la pasión ceremoniosa de los orientales dieron a los últimos días de octubre de 1997 un aburrido carácter institucional. El 13 de noviembre, Zaplana volvió a Bruselas, un foro siempre agradecido, para defender de nuevo el libre comercio y promocionar la categoría y capacidad de los puertos del mediterráneo. En diciembre, cerró el año con otra visita a la Fundación Cañada Blanch, en Londres, que aderezó con una conferencia sobre el desarrollo de los transportes en la UE, una materia sobre la que acumuló abundante documentación desde la presidencia de la comisión de transportes del CdR. 1998 se abrió con una de las misiones peor concebidas en origen. La pobreza de Nicaragua sólo admitía ofertas de cooperación a fondo perdido, que siempre permiten abonar el terreno para posteriores contactos de otra índole. Pero el claro apoyo institucional a Arnoldo Alemán, heredero de una de las tradiciones de derecha más descarnadas de Centroamérica, y la vocación de negocio que impulsó el periplo, descrestaron incluso a los dirigentes empresariales habitualmente más proclives al presidente. A mediados de febrero, Zaplana fue elevado en Bruselas a la presidencia de la comisión de política de regional del CdR, el ámbito institucional de mayor peso en el seno del organismo. El presidente disfruta desde entonces de una atalaya de privilegio, según sus propias palabras, para anticipar el futuro de los fondos estructurales que distribuye la UE, pero su capacidad de influencia sobre los mismos parece muy limitada. Julio Iglesias se estrenó como embajador de la Comunidad Valenciana en la feria de Expoconsumo organizada por el Icex en Tokio a finales de marzo. La proyección de Zaplana como telonero, según denunció la oposición, de su amigo y cantante llegó a incomodar al séquito del mismísimo Rodrigo Rato, vicepresidente económico del Gobierno. Julio Iglesias cumplió con profesionalidad, pero la repercusión local de su presencia no se ajustó a las expectativas. Zaplana protagonizó un grave desliz diplomático cuando acudió a una cena con casi dos horas de retraso y logró herir la disciplinada susceptibilidad de sus invitados japoneses, que estuvieron desconcertados por la ausencia del anfitrión hasta bien entrado el postre. La feria de la cerámica en Orlando, Miami, fue el segundo compromiso satisfecho por Julio Iglesias en virtud de su multimillonario contrato. El peso del dólar convirtió la feria en un éxito comercial, pero desde la Comunidad Valenciana se recriminó al presidente su frivolidad comercial en uno de los momentos más calientes desde que se detectó el brote de hepatitis C. La ausencia de Zaplana y dos de sus consejeros también deslució el acto institucional del 25 de abril, celebrado el viernes 24, día de las Cortes Valencianas. Los dos últimos viajes del presidente han sido tal vez los más inexplicables. Sepultado definitivamente el estado de gracia que animó los primeros compases de la presente legislatura, Zaplana acudió a un reducido foro en la localidad galesa de Cardiff para intercambiar experiencias sobre el desarrollo del Estado de las Autonomías en España e ilustrar a los galeses en la andadura federalista que ha impulsado el primer ministro británico, Tony Blair. Zaplana acudió, dos días después, al cincuenta aniversario del Movimiento Europeo celebrado en La Haya, capital administrativa de Holanda. Al margen de algunos problemas de protocolo que relegaron la presencia de Zaplana, la visita fue interpretada como un homenaje particular al suegro del presidente, quien se ha significado hace tiempo como un europeísta convencido.
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