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275 abrasados en varios saqueos en Yakarta

Al menos 275 personas murieron ayer abrasadas en los incendios causados por los saqueadores en tres grandes almacenes de Yakarta durante la cuarta jornada de disturbios que vive Indonesia. Uno de los principales fuegos se produjo en el centro comercial Yugua, donde los trabajos de limpieza marchan a buen ritmo y sólo quedan algunos restos del siniestro que barrer. Los trabajadores han visto cosas mucho peores, pero cogen los restos con aprensión mientras los llevan y los dejan caer en las cestas que han traído hasta lo alto de las escaleras. Allí se encuentran a disposición del público. Un grupo de personas se aproxima y revuelve los trozos, buscando a alguien a quien puedan reconocer.

Un hombre echa una mano sosteniendo los restos para que los inspeccionen o los remueve con la punta de un palo quemado: una muñeca, un trozo de un hombro, algo que podría ser un muslo o una nalga y un par de manos quemadas. En la muñeca hay un reloj de metal intacto. Sus manecillas se pararon para siempre en un momento del miércoles por la tarde, cuando los habitantes de Yakarta comenzaron a pagar el precio de la mutilación. Hasta ayer por la mañana, a pesar de dos días de saqueo, destrozos e incendios, había habido sorprendentemente pocas víctimas confirmadas; no más de 25 muertos en los dos días. Pero no se puede saquear una ciudad del tamaño de Yakarta, de 12 millones, sin destruir vidas humanas, como muestra la horrible e irónica historia del centro comercial Yogya. Cerca de 200 personas murieron el miércoles, muchas de ellas saqueadores atrapados por el fuego que ellos mismos habían prendido. Ayer por la tarde se habían reunido los restos de 88 sólo en el hospital Mangunkusumo Cipto de Yakarta. Era posible identificar sólo a 15 de ellos. La mayor parte del resto había quedado reducido a huesos y joyas ennegrecidos. La tragedia había comenzado de una manera no muy diferente de cientos de otros actos de saqueo ocurridos por toda la ciudad. Durante el miércoles por la mañana, grupos de ciudadanos pobres de Yakarta se reunieron espontáneamente y comenzaron el pillaje en docenas de vecindarios. Llegaron al centro comercial Yogya al comienzo de la tarde, dándose la circunstancia de que muchos de los comerciantes del centro habían cerrado sus negocios durante todo el día. Según personas del lugar, a las dos y media comenzaron a destrozar a pedradas las lunas del McDonald's situado en la planta baja. A las tres en punto habían logrado una vía de entrada y comenzaba el pillaje. «Sacaban las cosas fuera, las dejaban en la calle y volvían adentro a por más», declaró Haji Eko, quien trabaja en el banco CIC, situado justo al lado. «Llevaban compact discs, trajes y otras prendas textiles». Las llamas comenzaron en la hamburguesería y en el vestíbulo al centro comercial. Los arcos amarillos que forman el símbolo de McDonald's se deformaron a causa del intenso calor, deslizándose por la pared como si fueran una pintura de Salvador Dalí. Pero mientras el fuego ardía en los pisos inferiores, arriba quedaban un gran número de personas, en la tercera parte, donde estaba el supermercado y la tienda de electrodomésticos, en la cuarta con un mercado y una librería y en la sexta planta, en el departamento de deportes. Las escenas que se produjeron dentro, cuando los saqueadores se dieron cuenta de que estaban atrapados, son difícilmente imaginables. Haji Eko vio a ocho personas saltar por las ventanas. Sólo se pudieron a cinco de ellos con vida, la mayoría de ellos inconscientes o con las piernas rotas. Además de los asaltantes, la lista de víctimas parece incluir a comerciantes que protegían sus negocios y compradores sorprendidos por los disturbios. Cuatro personas, tres mujeres y hombre aguardaban llorando fuera del centro comercial ayer por la tarde buscando alguna señal de su hermana pequeña, llamada Chaerinusa, quien se fue de compras el miércoles y nunca volvió a casa. «Vine de Arabia Saudí con mi marido la semana pasada», relata su hermana Fauziah, «y mi madre le dijo que saliera a comprar algo de queso árabe para que comiéramos. Luego los vecinos nos contaron que había problemas en el centro comercial. Corrimos directos hacia acá, pero el fuego era muy grande. Esperamos toda la noche pero nadie pudo escapar. Tenía sólo 17 años. Era una chica joven y yo sólo la he visto un día después de estar dos años lejos». The Independent

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