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Tribuna:PUNTO DE VISTA
Tribuna
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El duelo

El discurso sobre el estado de la nación se ha convertido, como todos esperaban, en un duelo dialéctico entre Aznar y Borrell.El presidente Aznar ha empezado haciendo con fuerza, casi con rabia, la condena del terrorismo y de todos los que le "ayudan y amparan". El tono, que no el contenido, es lo único que ha alterado los cánones de un discurso sobre el estado de la nación en el que ha entrado después a resaltar los logros de tipo económico conseguidos a lo largo de 1997 y primeros meses de 1998, poniendo el acento en la mejora del paro - "estamos ganando la batalla del paro", ha dicho-, y en el porvenir que abre a España la entrada en el euro, si sabemos hacer frente a los desafíos que entraña. También ha seguido Aznar los cánones de este tipo de discurso cuando aprovechaba la enumeración de los logros para compararlos con lo no hecho o lo mal hecho por los gobiernos anteriores. Repetido ha sido su agradecimiento a la colaboración de los que sostienen a su Gobierno en el Parlamento y su valoración de la estabilidad política conseguida y del clima de diálogo. Quizá el discurso ha sido demasiado prolijo en la enumeración, casi por departamentos ministeriales, de lo hecho por su Gobierno y de lo que pensaban hacer; y, quizá también, se ha echado de menos que profundizara más en los desafíos inmediatos que supone la entrada en el euro, en las mejoras anunciadas de la administración de justicia, y en el tema de los límites, aún hoy difusos, del Estado de las Autonomías; pero es posible que tal enumeración de temas haga difícil ahondar de verdad en alguno.

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Un Borrell agresivo, rápido, continuamente interrumpido por las protestas de los diputados del PP, ha argumentado que muchos de los logros expuestos eran falsos. En lo económico, acusándole de haber encubierto el déficit real de la Seguridad Social donde, ha dicho, tiene documentos que prueban que se dieron órdenes de traspasar al título de cobrables 220.000 millones de pesetas de créditos vencidos y calificados como incobrables; de dinamitar la Seguridad Social con intención de demostrar en el futuro que es insostenible, con daño para los pensionistas y para el servicio de sanidad pública. En política exterior le ha acusado de haber perdido prestigio y le ha emplazado a conseguir, para el aceite y el vino, lo que el "pedigüeño" (Felipe González) había conseguido antes. Y, a pesar de haberle ofrecido la solidaridad del PSOE y la suya en la lucha contra el terrorismo, le ha recordado que las fuerzas de seguridad en el País Vasco siguen llevando tapada la cara. También ha acusado al Gobierno de deshacer el equilibrio autonómico con concesiones a sus socios parlamentarios y de no tener un proyecto de Estado. En plena intervención Borrell ha tendido la mano a la izquierda toda para sacar del poder a la derecha, heredera, ha dicho, del modelo anglosajón de la Thatcher y Reagan.

En la réplica a Borrell, Aznar, a mi juicio, ha tenido su mejor intervención; ha estado sereno, tranquilo y desde el punto de vista del espectador, convincente. Pero Borrell ha vuelto al ataque, insistiendo en que el presidente no había contestado a sus preguntas y, una y otra vez, repetía el tema del déficit de la Seguridad Social, y de la descalificación del plan de empleo presentado ante la Comisión Europea (lo que ha rebatido con otro documento después Aznar). Ha vuelto a intervenir Aznar, rebatiendo a Borrell; quizá en esta segunda réplica menos tranquilo, más cansado y más agresivo con su contrincante, insistiendo en sus argumentos anteriores, mientras los diputados del PSOE gritaban a coro "contesta, contesta". Nueva réplica de Borrell y otra de Aznar en las que han repetido las mismas preguntas y las mismas respuestas. Ahí Borrell ha aprovechado la ocasión para decir que en Europa existen dos modelos y no uno, para estructurar las sociedades: uno, el liberal que defienden Aznar y el PP y otro el que defienden los socialdemócratas, mayoritarios en Europa, que no dejan al mercado la defensa de derechos tales como las pensiones, la educación y la sanidad. Y Aznar para decir que lo que pretendía su contrincante al final era subir los impuestos y gravar las energías.

Naturalmente se han dicho muchas más cosas en un debate en el que los protagonistas han medido sus fuerzas sin traspasar los límites de la corrección parlamentaria. En síntesis, pienso que el discurso del Estado de la nación se ha convertido en la prueba de Borrell y en un duelo entre él y Aznar; que los partidarios de Aznar estarán convencidos de que el triunfador es su líder; y que los de Borrell pensarán exactamente lo contrario. El observador piensa que algo va a cambiar de aquí en adelante en nuestra vida parlamentaria; que se queda con la curiosidad de saber si créditos vencidos de la Seguridad Social han sido computados en 1997 como cobrables y que, en medio de logros innegables como la entrada en el euro y las variables macroeconómicas, le hubiera gustado saber más de los desafíos que se esperan del acceso a la moneda única, de la necesaria reforma de la justicia y del modelo de Estado autonómico. Dado que Borrell ha hablado del Estado federal como el modelo socialista, cree el observador que también le hubiera gustado oír algo más sobre ello a la mayoría de los ciudadanos.

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