Demasiado humana
LA MAYORÍA de los españoles considera que la Administración de justicia constituye la garantía última de defensa de las libertades de los ciudadanos, y que la generalidad de los jueces son honestos; pero, al mismo tiempo, desconfía profundamente de la forma como se aplica la justicia. La segunda parte del Barómetro de Primavera que hoy publicamos confirma esa paradoja, revelada ya por otros estudios, principalmente por el Libro Blanco sobre la justicia, presentado en octubre.Una encuesta del CIS de marzo situaba a la justicia como la institución peor valorada. La de Demoscopia confirma que la valoración es bajísima (3,6 puntos en una escala de 0 a 10) y precisa algunos de los motivos: la justicia es percibida como mediatizada (sobre todo por el poder político), hermética (por su lenguaje), discriminatoria y desesperadamente lenta e ineficaz. Esto último parece ser decisivo en el juicio negativo de los ciudadanos, que piensan, además, que esa lentitud e ineficacia perjudica especialmente a los más débiles e indefensos. Es cierto que en casi todos los países europeos, especialmente en los de la cuenca mediterránea, la justicia está muy desprestigiada. Pero aquí, a los problemas de funcionamiento se añaden otros derivados de la actitud pública de algunos jueces y magistrados.
En los países anglosajones, el juez -como el militar profesional- es mudo para cuanto no tenga que ver directamente con su función. En Italia, España y Francia, los países con peor imagen de la justicia, es habitual que jueces y fiscales que disfrutan de amplia proyección pública en razón de sus cargos, arriesguen opiniones personales sobre los más diversos y polémicos asuntos. Ello no puede dejar de afectar al crédito de una institución cuyo fundamento reside en la presunción de imparcialidad que se atribuye a quienes tienen en sus manos la posibilidad de decir la última palabra en cualquier pleito: la idea abstracta de justicia es incompatible con la exhibición de subjetividad de quienes la encarnan. Tal vez ahí resida la explicación de esa contradicción entre confianza genérica en la justicia y desconfianza en la forma como es administrada en la práctica.
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