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LA MAESTRANZA

Seis borrachos

Antonio Lorca

, Los aficionados han decidido abandonar la plaza, y a los espectadores les da igual que salga el sol por Antequera, y la mayoría no sabe distinguir un toro de una gallina. Sólo así se entiende que ayer no se produjera un escándalo monumental en La Maestranza, cuando por enésima vez se perpetró un presunto fraude por parte de quienes manejan el cotarro de los toros.Para empezar, los novillos que salieron a La Maestranza no eran dignos de Sevilla porque carecían de las hechuras y la presencia necesarias (responsabilidad de la autoridad). Todos, en mayor o menor grado, resultaron inválidos y descastados (responsabilidad del ganadero); pero lo más grave es que todos mostraron signos evidentes de embriaguez; entiéndase, borrachos como una cuba (¿responsabilidad de quién?). Un borracho se detecta a leguas porque se tambalea y, generalmente, los tumbos son fruto de una ingestión exagerada de alcohol. O producto de una enfermedad, que todo puede ser. Lo que parece criterio unánime es que nadie, ni toro ni persona, se tambalea por las buenas.

Torrealta / Abellán, El Juli, Janeiro

Cinco novillos de Torrealta (el 1º, sobrero en sustitución de un inválido), chicos, inválidos y descastados; el 2º, quedó inutilizado al chocar contra un burladero, y el sobrero, de Hermanos Sampedro, inválido. Miguel Abellán: pinchazo, estocada y once descabellos (ovación); media estocada y un descabello (palmas). El Juli: estocada y dos descabellos (silencio); pinchazo, media y dos descabellos (palmas). Víctor Janeiro: estocada (ovación); un pinchazo y estocada (palmas). Plaza de La Maestranza, 10 de mayo. Novillada de abono. Media plaza.

¿Estaban, pues, los toros borrachos? Si así fuera, ¿quién les dio de beber? ¿Y qué bebieron? ¿Acaso estaban enfermos? Pues la autoridad vuelve a mirar hacia el otro lado y se limita a certificar que las carnes son sanitariamente aptas para el consumo. Ya saben: si mañana ven a uno por la calle con mala cara dando tumbos de acera a acera, no es que esté borracho, sino que ha comido carne de novillo lidiado en La Maestranza el domingo por la tarde.

Pero esto sucede porque al consumidor le da todo igual. Paga lo que le digan sin rechistar; acepta la burla como si fuera ortodoxia taurina, cree que el aburrimiento es consustancial al espectáculo, y aplaude, eso sí, aplaude emocionado las más grotescas caricaturas de la fiesta.

Tres novilleros de postín hicieron el paseíllo. Todo lo que hicieron, que no fue mucho, careció del mínimo interés porque no puede ser emocionante la faena a un novillo embriagado, soso y descastado. Se nota que Abellán está ya cuajado, y dio algunas muestras de su fácil manejo de los engaños, su valor sereno y su sentido de la ligazón. Lo mejor, un ajustado quite por chicuelinas. El Juli llegó precedido de una merecida fama de novillero innovador y se fue como vino. Voluntarioso y con personalidad, dejó algunos detalles con el capote y nada más. Y Víctor Janeiro consiguió los momentos más emocionantes por su decisión y porque su primero estaba menos bebido y le hilvanó una magnífica tanda de naturales largos.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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